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DECIMOQUINTA JORNADA DE LIGA

El Celta se cobra muchas revanchas en Riazor

Xosé Hermida

La rutina del derby gallego se rompió por el lado menos previsible. Esta vez hubo goles, nervio y hasta momentos de fútbol. El botín se lo llevó el más débil. El Celta se cobró anoche muchas revanchas. Sobre todo alcanzó la suprema satisfacción de contemplar a sus pies a un vecino que inopinadamente había logrado ascender de clase social. La presión y el orden de los vigueses desquiciaron al Deportivo, que acabó dándose de bruces con lo peor de su pasado cuando Donato tiró un penalti al cielo y se abatió la ilusión por la remontada.Carlos Aimar no llena muchas páginas de periódicos ni alimenta las pasiones nocturnas de la radio. Su escasa popularidad proviene de detalles puramente anecdóticos, como su manía de llevar siempre encima una bufanda roja y animar a los jugadores propinandoles una palmada en el pecho. Pero el entrenador argentino ha pasado ya por banquillos tan legendarios como el del Boca Juniors. En España siempre tuvo novias más bien feuchas como el Logroñés o el Celta. Sin embargo, sus equipos siempre tienen un sello inconfundible. Son grupos trabados con un orden casi rectilíneo, defensivos por obligación, pero siempre cuidadosos con la pelota.

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El Celta fue anoche un genuino producto de Aimar. La fórmula se podría resumir así: si el rival tiene el talento nosotros nos adueñamos del terreno. Desde el saque inicial, los vigueses expropiaron la parcela de Riazor. Sin marrullerías ni trampas. Sólo con orden, toque corto y presión. Un tormento para el Deportivo.

Con el público aún buscando su asiento, el Celta aprovechó su abrumador dominio en la zona ancha del campo. Iban sólo dos minutos y la defensa del Deportivo estaba ausente. Gudelj se anticipó a una asistencia de Merino y ganó con solvencia el mano a mano frente a Liaño.

Llegó la segunda parte y el Celta disparó otra vez antes de preguntar. El Deportivo salió con los nervios a flor de piel, desconcentrado e impreciso. Losada lo aprovechó en un santiamén y Riazor vio ya el rostro de la derrota.

El gol de Bebeto a falta de 13 minutos sólo fue un consuelo en la agonía. Ni siquiera en un momento tan agobiante, con lo futbolistas al borde de la taquicardia, perdió el Celta su proverbial colocación.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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