Una bomba de relojería en México
El Gobierno rebelde crea 'zonas autónomas' en las áreas bajo su control en el Estado de Chiapas
M.R., Desde su destartalado despacho de San Cristóbal de las Casas, el gobernador rebelde de Chiapas, Amado Avendaño, prepara estrategias para descabalgar del poder al gobernador oficial, Eduardo Robledo. Ambos tomaron posesión el pasado día 8. Robledo cuenta con el apoyo del Gobierno mexicano. Avendaño tiene su baza en el respaldo del Ejército Zapatista, la guerrilla indígena alzada en armas el 1 de enero pasado. La lucha por la tierra y las recientes amenazas de los sublevados de reiniciar los combates completan el cuadro de un territorio en convulsión.
"Este pueblo está decidido a hacer su democracia por su propia mano". Amado Avendaño, abogado y periodista convertido, a su pesar, en líder político, acaba de estrenar despacho. Los locales del Instituto Nacional Indigenista de San Cristóbal, expropiados oportunamente hace un mes por un grupo de campes¡nos, son ahora la sede oficial del Gobierno de Transición a la Democracia. Y una pequeña habitación, con una mesa, una silla y dos butacas, es la oficina del gobernador rebelde de Chiapas, un hombre extravertido y afable, de aspecto desgarbado, que siempre anda pegado a su boina.
Varias organizaciones civiles, el opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) tienen su representante en Avendaño, quien, oficialmente, consiguió menos del 40% de los votos en las elecciones estatales de agosto. Para sus seguidores, fue víctima de un fraude descomunal que, una vez más, dio el triunfo al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
"Estamos decididos a no negociar. Mienten cuando ofrecen diálogo. Son ya diez sexenios con la misma cantinela. Es el mismo partido de Estado, con las mismas trampas y el mismo fraude. Ya han abusado mucho de nuestra buena voluntad", explica Avendaño, que tapa su ojo izquierdo con un parche de goma, secuela de un oscuro accidente automovilístico que casi le cuesta la vida en julio y que muchos consideran de hecho un atentado.
La batalla por el control de Chiapas ha comenzado a pequeña escala, en los municipios. En los últimos meses, 36 de los 110 consejos municipales del Estado han caído en manos de perredistas y organizaciones campesinas indígenas, que han expulsado a las corporaciones priístas de forma más o menos violenta. Son las llamadas "zonas autonómas".
La última de ellas quedó oficialmente constituida el lunes en territorio zapatista: el Ayuntamiento de Guadalupe Tepeyac, se convirtió en "el municipio de San Pedro de Michoacán, Estado rebelde de Chiapas". Los mandos zapatistas dieron sus bendiciones a las nuevas autoridades locales: un consejo de ocho miembros.
De las zonas en rebeldía, el Gobierno alternativo espera obtener algo esencial para su supervivencia: recursos económicos que completen los fondos que organizaciones simpatizantes con la causa han empezado a recaudar en todo el país. "Se intentará que en las zonas autónomas, en vez de pagar impuestos al otro Gobierno, lo hagan a nosotros", explica Avendaño.
El control de los municipios no sólo se plantea como eventual fuente de financiación: es la plataforma para lograr el control político del Estado. "Iremos avanzando hasta tener más de la mitad. Y entonces podrá establecerse un Gobierno legítimo, reconocido por el centro", afirma el gobernador rebelde. El momento es crucial: el año próximo Chiapas celebrará elecciones locales, y el control de los municipios es una base de despegue para conseguir la mayoría de las alcadías.
El Gobierno federal, simultáneamente, intenta captar el apoyo social en Chiapas con una inyección de inversiones y ayuda social sin precedentes en la historia de este deprimido territorio. De ahí que los zapatistas impidan la entrada del nuevo maná en las comunidades de su territorio.
Las advertencias zapatistas sobre "un reinicio inminente de la guerra" y los movimientos de avance de sus efectivos han espoleado el miedo en Chiapas. "La situación de guerra complica las cosas, el Gobierno tendrá que arreglar la renuncia de Robledo. Siento un peligro muy grave. Estamos sentados en una bomba de tiempo", comenta el gobernador Avendaño.
Otra bomba igualmente peligrosa es la situación de las fincas: las continuas invasiones de tierras por parte de organizaciones campesinas aprovechando el vacío de poder en el periodo electoral han empezado a hacer reaccionar a los propietarios, que se están preparando para recuperar sus tierras. Ya ha habido enfrentamientos y muertos.
La producción cafetalera y ganadera, la principal riqueza del Estado, se ha echado a perder. El Gobierno, temeroso de perder votos y de provocar a la fiera zapatista, ha optado por inhibirse. Avendaño confiesa no tener la respuesta al problema. "Algunas organizaciones campesinas son terriblemente radicales. Les he pedido que vayan despacio, pero no admiten negociaciones".
El gobernador rebelde ya tiene despacho, y también gabinete: 36 representantes de las nueve regiones del Estado, en su mayoría indígenas. "Me siento incómodo. No sé qué va a pasar", dice con rostro cansado. "Pero nos sostiene la razón. No podemos bajar la guardia".
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