Manifestantes contra Oubiña acorralan a un capitán de la Guardia Civil
La Guardia Civil se convirtió ayer en víctima involuntaria de la cólera de las madres gallegas contra la droga. Un capitán fue acorralado y zarandeado por decenas de personas, que acabaron expulsándole, junto a otros dos agentes, de la manifestación contra la puesta en libertad de Laureano Oubiña, convocada frente al pazo de Baión, en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), convertido ya en un símbolo del poder económico de los narcotraficantes gallegos.
La convocatoria de la federación de asociaciones contra la droga de Galicia apenas reunió a un millar de personas, pero transcurrió en un ambiente de crispación pocas veces visto en la ría de Arousa. El capitán y los dos agentes de la Guardia Civil acudieron presumiblemente avisados por alguien de la familia Oubiña, después de que pequeños grupos de manifestantes echaran abajo el portalón de hierro que protege el imponente pazo.La presencia de las fuerzas de seguridad fue interpretada por el gentío como un gesto de protección hacia el excarcelado. Al principio, los agentes recibieron una lluvia de insultos. "¿Dónde está vuestro jefe Roldán?", clamaban algunas mujeres al borde de la histeria. "Tejeros", gritaban otros. Poco a poco, la multitud fue acorralando contra un muro del pazo al capitán de la Guardia Civil, que fue zarandeado repetidamente. Cuando logró salir de la encerrona, no tuvo más remedio que escapar a través de una finca, junto a los dos agentes entre otro sinfín de improperios. Todo intento de diálogo resultó inútil.
Desde el principio, echar abajo el portalón del pazo se convirtió en un objetivo prioritario para algunos manifestantes. La familia Oubiña había adoptado previamente sus medidas de seguridad: sembró la entrada principal de enormes piedras a modo de parapeto y colocó barreras de alambre que apenas duraron en pie unos minutos. Si la puerta resistió las primeras embestidas fue gracias a la intervención de la presidenta de la federación de asociaciones contra la droga de Galicia, Carmen Avendaño, quien también logró calmar los ánimos de los más exaltados cuando se inició la persecución a los agentes. Pero al final la puerta fue derribada.
Las apenas mil personas que se sumaron a la convocatoria habían llegado en autobús desde diversos lugares de Galicia. La asistencia fue menor de la esperada, pero la tensión amenazaba con desbordarse cada dos por tres. La multitudinaria presencia de periodistas contribuyó a excitar aún más los ánimos. Y la manifestación acabó convirtiéndose en. una sucesión de corrillos e iracundos discursos ante las cámaras -jalonados de vítores y canciones populares- donde la gente parecía competir por soltar la descalificación más gruesa. De las constantes alusiones a "Oubiña y la asquerosa de su mujer" se pasó directamente a las acusaciones de connivencia con el narcotráfico de las que no se salvó ninguna instancia del Estado. El alcalde de Vilanova de Arousa, el socialista Manuel Dios, fue la única autoridad presente.
En Madrid, el ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, anunció reformas procesales contra el narcotráfico, entre las que citó una regulación más precisa de las intervenciones telefónicas. Sin embargo, se opuso al aumento de penas. El presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger, criticó el auto que puso en libertad a Oubiña: "No me parece que la explicación esté del todo elaborada; el recurso del ministerio fiscal es muy oportuno porque puede dar lugar a que la Sala explique con minuciosidad sus motivaciones".
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