Premios y otras tiranías
Los premios oficiales tiranizan porque obligan a pensar como establece el Gobierno o el régi-Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior
men de turno; los premios de las editoriales tiranizan porque obligan a pensar vendible. Esta prostitución mental es la que logra convertir a los intelectuales, que debieran ser la vanguardia ideológica de la sociedad, en funcionarios aburguesados o recalcitrantes, lo cual pervierte el fin mismo de la creación literaria y artística, que sólo se somete a los arbitrios del genio.
No me gustan los premios porque su fin es mantenerse a sí mismos. Los que da el ministerio alimentan al batallón de apologistas del poder cuyo estómago siempre conviene tener saciado. Los que dan las grandes editoriales les permiten enfardelar incontables fajos de billetes con los que extender los tentáculos de su poder. Unos, y otros perpetúan en el anonimato a escritores noveles de talento.
Sin embargo, los premios también tienen algo bueno: se pueden rechazar, aunque hacerlo es algo que no da dinero ni reconocimiento, sólo dignidad. Quienes empiezan en la profesión ansían el reconocimiento y necesitan el dinero, quienes ya tienen ambas cosas demuestran su dignidad negándose a aceptarlos, como ha hecho recientemente Albert Boadella. Lo asombroso es oír a algún escritor decir que el Cervantes está cubierto de mierda y a continuación afirmar, convirtiendo al rey Juan Carlos en rey Midas, que lo aceptaría sólo porque es él el que lo entrega. ¡Qué pelotas tan laureados tenemos en este país!-