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La Embajada en EE UU que inauguró Don Felipe costó 4 años y 2.500 millones

Antonio Caño

A siete manzanas de la Casa Blanca y a cinco del Departamento de Estado, en la avenida Pennsylvania, una flamante bandera roja y amarilla señala la nueva Embajada de España en Estados Unidos. Han sido necesarios cuatro años de arduas batallas burocráticas y alrededor de 2.500 millones de pesetas para conseguir que el príncipe de Asturias izara el jueves la en seña nacional en tan distinguida ubicación.

Esta inversión se hizo, según el funcionario que ha coordinado las obras en los últimos meses, Darío Polo, con el objeto de que "todas las dependencias españolas, que antes estaban esparcidas por la ciudad, tuvieran un edificio común y en condiciones de mayor funcionalidad". Dos de las principales dependencias del Gobierno español, las de Defensa y Comercio, se han negado, sin embargo, a trasladarse a la nueva sede y mantienen sus propios edificios por razones que nadie explica con claridad.Los funcionarios de Comercio están en la calle Massachusetts, en un local propiedad de España valorado en un millón de dólares. Pero en 1993, cuando el ministro de Comercio se entrevistó con sus representantes en EE,UU, la reunión no se efectuó ni en ese edificio ni en la Embajada, sino en el hotel Four Seasons, el más lujoso de Washington.

Los funcionarios de Defensa insisten en quedarse en su local de la calle Wisconsin, cerca del área de Bethesda, muy lejos del Pentágono y de los edificios oficiales del centro de la ciudad, pero cerca de donde viven la mayoría de los militares españoles aquí destinados.

En el nuevo edificio de la calle Pennsylvania se mantienen dos plantas desocupadas a la espera de que el Consejo de Ministros dé órdenes a Comercio y Defensa para que sus funcionarios en Washington renuncien a sus ubicaciones actuales.

La urgencia del traslado de la Embajada desde el antiguo edificio de la Calle 16 se hizo evidente desde que, en septiembre de 1985, mientras Felipe González celebraba una conferencia de prensa, se desprendió un pedazo del techo. Las goteras y la criminalidad del barrio en el que está situada terminaron por hacerla inservible.

En 1990, por decisión del ministro Francisco Fernández Ordóñez, el embajador Ojeda compró la actual sede por 20 millones de dólares (algo menos de 2.000 millones de pesetas de entonces). Es un espacio de más de 5.000 metros cuadrados situado en una zona histórica, con una fachada tradicional ampliada con una moderna extensión de cristal. Era, sin embargo, un espacio vacío al que era imposible trasladarse sin hacer antes otra fuerte inversión de remodelación: 250 millones de pesetas.

Cuando acabó la remodelación fueron necesarios los muebles: otros 100 millones de pesetas. Cuando hubo muebles faltaba el teléfono: seis millones de pesetas más. Cuando había teléfono no había cable de televisión. Cuando llegó la televisión aún quedaban los equipos de seguridad. Ahora, el resultado es una de las Embajadas de España más grandes y mejor dotadas.

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