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Entrevista:

"El multiculturalismo es un mito"

¿Cuál es el destino de los inmigrados? ¿Qué país es el que mejor los acoge? ¿Por qué su presencia puede crear graves problemas sociales? ¿Es mejor la mezcla y asimilación o la segregación y el multiculturalismo? Emmanuel Todd, un antropólogo francés, formado en Cambridge, acaba de publicar Le destin des immigrés, un libro en el que compara el trato que reciben los inmigrantes en cuatro países: EE UU, Alemania, Reino Unido y Francia, al tiempo que se interesa por lo que pueda suceder en un futuro en España y Japón."Cada uno de los cuatro países representa un modelo distinto", explica Todd. Estados Unidos presenta una masa homogénea de población objetivamente monocultural, pero ideológicamente multiculturalista; en el Reino Unido se da un cierto nivel de heterogeneidad cultural y coexisten un diferencialismo de raza y otro de clase; en Alemania, la tradición familiar es otra, autoritaria y con derecho a la primogenitura, es una sociedad "de orden"; Francia es el modelo opuesto desde que la Revolución impuso el universalismo como ideología y convierte la diferencia en accidental y no sustancial. Si en Alemania reina el "derecho de sangre", en Francia impera el "derecho de suelo".

Pregunta. ¿Cuál es la situación española respecto a esos países?

Respuesta. Quiero seguir atentamente la evolución de España e Italia. Si mi tesis es correcta, su futuro debiera ser semejante al francés porque se trata de tres países latinos, con una constitución antropológica parecida. Ya sé que la llegada de negros o musulmanes en España ha creado conflictos, una cierta hostilidad, pero la evolución debiera ser parecida a la nuestra, aunque más rápida debido a que el predominio de los valores igualitarios en Italia y España es aún más intenso que en Francia. Hablo de un proceso de 20 o 30 años, que puede comportar fenómenos como apariciones de frentes nacionales muy minoritarios. A la larga, el fenómeno de la emigración puede crear una nueva solidaridad latina que incluya las dos orillas medlierráneas.

P. En España ha pervivido un racismo contra los gitanos.

R. Es la expresión típica de la vertiente agresiva del universalismo asimilador, que no es propiamente racista, pero es hostil a la perpetuación de las diferencias. Es un fenómeno análogo al de la hostilidad francesa contra la población magrebí.

P. Francia es, además de un modelo universalista que se ha impuesto, casi la única Nación-Estado indiscutida.

R. Comparar Francia y España, desde un punto de vista antropológico, es muy interesante porque, son países-espejo que, si doblásemos por el gozne de los Pirineos, reflejarían las mismas zonas de gran catolicismo, las mismas zonas de familia con herencia para el primogénito, etcétera. Claro que existe el etnocentrismo vasco, que es muy puro, que se expresa al margen de cualquier principio de realidad. Los catalanes hablan en catalán, pero hay pocos vascos que hablen el euskera. La ideología patriótica del catalanismo es de otro orden, entre otras cosas por su pertenecia a la latinidad y la existencia de Barcelona, que es una capital con una proyección mundial, universalista. Pero sí es verdad que, mientras el Estado francés ha funcionado y funciona muy bien, digan lo que digan los pesimistas, el Estado español no ha tenido la misma capacidad de asimilación. Además, en Francia las zonas más ricas y emprendedoras económica y culturalmente han sido las que han dirigido la construcción del Estado, después de la Revolución de 1789, mientras que en España los catalanes no han desempeñado un papel similar.

P. Usted parece creer en el modelo de sociedad republicano y laico francés, pero no en su capacidad para exportarse a Europa. ¿Por qué?

R. La Francia de Luis XIV o la de Napoleón tenía un peso demográfico que la permitía incluso enfrentarse militarmente a toda Europa. Eso hoy es imposible. El mito de la unidad europea y ese contradictorio "derecho a la diferencia estúpidamente adoptado durante los últimos 20 años por los socialistas, han perjudicado también al universalismo francés. Delors, que procede del catolicismo maurrasiano, aún defiende el concepto en su libro de entrevistas.

P. Usted detesta la ídeología del multiculturalismo.

R. ¡Se trata de un mito! Estados Unidos se supone es su máximo exponente, pero ¿qué queda de la cultura judía, italiana o alemana después de una tercera generación de emigrados? Nada. Si por cultura entendemos ciertos datos fundamentales, como creencias religiosas, lengua o la estructura familiar. Pero si se pretende valorar la supervivencia de una cultura por el número de gorras de béisbol o el consumo de espaguetis, entonces es posible creer que la sociedad americana, formidable rnáquina homogeneizadora, trituradora de culturas, es un paraíso multicultural. Sólo los negros quedan parcialmente al margen de eso. El racismo no es una imperfección del sistema americano, sino uno de sus fundamentos.

P. ¿Son xenófobos los franceses con el tema del velo islámico?

R. En el Reino Unido o en Alemania se acepta que las mujeres musulmanas se cubran con el velo, y se cree que los franceses, al no aceptarlo, somos xenófobos. No es cierto. Los anglosajones parten de una mentalidad diferencialista, creen que existen razas y que hay que identificarlas, separarlas. Los franceses queremos la asimilación, la mezcla, nos casamos más con los y las inmigrantes que los alemanes, que han convertido a los turcos en sus negros, o que los Ingleses, que ven con malos Ojos al obrero que escapa a su destino de clase o raza, o que los americanos, que sólo admiten que un 4% de los hombres negros y un 1,5% de las mujeres negras se casen con blancos. Y hoy, en EE UU, todos son blancos excepto los negros, pero a principios de siglo los italianos morenos estuvieron a punto de ser incluidos en la categoría de "hombres de color".

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