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Majestuosidad de Barrera

Por la majestuosidad de Barrera, el sabor de Treviño, la exquisitez de Manzanares y el reposo de Silveti brotó la emoción en cuatro toros. El resto del encierro fue de una peligrosa mansedumbre que no permitió lucimiento.Con el segundo, que mereció el arrastre lento por su bravura y fijeza, Manzanares dibujó dos verónicas y una media. Con la franela estructuró su faena e instrumentó con torería series por la derecha y por la izquierda, pero perdió el trofeo al fallar con el acero. A su segundo le enjaretó ajustadas chicuelinas, derramando plasticidad. Después muleteó con entrega pero lo débil y difícil del animal no le permitieron lucirse.

El tercero fue un mansueto complicado, al cual Alejandro Silveti le realizó con voluntad una labor de trámite y lo despachó con verdad. En el sexto, aún endeble, tenía recorrido, y le enlazó valientes gaoneras. Con la pañosa, inició el trasteo con un espectacular cambio por la espalda y con señorío le engarzó derechazos en varias series, bajando la mano y girando la cintura con temple y mando. El animal se empezó a apagar y Silveti tuvo que torearlo por alto por bellas sanjuaneras.

San Martín / Manzanares, Silveti, Barrera, Treviño

Ocho toros de San Martín, desiguales, descastados, Sobrero (de regalo) de Marcos Garfias, con trapÍo, fiero.Manzanares: tres pinchazos y estocada (vuelta); pinchazo y estocada desprendida (aplausos). Alejandro Silveti: estocada tendida (silencio); tres estocadas -aviso- y descabello (aplausos y salida al tercio). Vicente Barrera: pinchazo, media y descabello (silencio); 7º, apuntillado por inválido; media trasera tendida (oreja). Rogelio Treviño, que tomó la alternativa: estocada (oreja); media enhebrada, tres pinchazos -aviso- y seis descabellos. Plaza de El Toreo, 26 de noviembre. Un tercio de entrada.

Con el quinto, un tardo de medio recorrido, Vicente Barrera puso empeño y logró detalles. El séptimo era un inválido que buscaba el bulto, y por clavar el espada valenciano los pies en la arena, lo enganchó sin consecuencias. Con coraje terminó su tarea y cuando se preparaba a matar, el toro se tumbó y tuvo que ser apuntillado. El sobrero, de regalo, tenía movilidad seca, y Barrera lo toreó con verticalidad, seriedad, aguante y temple, bajándole el engaño y mandándole con un suave cambio de muñeca. Desarrolló la faena por soberbias series de derechazos, naturales y por alto que emocionaron a la concurrencia.

Treviño recibió con rítmicas verónicas al toro de su alternativa, y con la pañosa interpretó un toreo de clase. Al incómodo octavo le realizó una labor de castigo tras intentar meterlo en el engaño, y lo agradeció el respetable.

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