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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dinero y partidos

UN COMITÉ especial de la Asamblea Nacional francesa, destinado a estudiar la corrupción y la financiación ilegal de los partidos, acaba de entregar unas conclusiones que constituyen probablemente el primer intento de localizar los orígenes del problema y de frenarlo de cuajo con soluciones prácticas. En Francia, la financiación irregular, vinculada a prácticas ilegales en todos los niveles de la Administración, es una fuente de corrupción de casi todos los partidos y de enriquecimiento personal ilegítimo de no pocos políticos. Exactamente igual que en muchísimos otros países en Europa y fuera de ella. Y hoy, por desgracia, especialmente en España.El único debate que ha ocupado recientemente a los parlamentarios españoles ha versado sobre qué casos de corrupción deben ser excluidos en la comisión creada para estudiar la financiación irregular. Por lo demás todo ha sido tirarse fango. El Parlamento español haría bien en seguir el método del comité parlamentario francés, que ha realizado un diagnóstico muy preciso del problema y ha sugerido un conjunto de medidas prácticas, en vez de convertir la comisión parlamentaria en un pim-pam-pum entre partidos.

Se constata en Francia que la descentralización en las adjudicaciones de obras y servicios a los municipios y a las regiones ha contribuido mucho a la extensión de prácticas corruptas. La multiplicación de responsables hace que se incrementen exponencialmente las tentaciones. En España ha sucedido con las autonomías, pero también con diputaciones y municipios. Como en Francia, también sería interesante buscar cómo evitar en nuestro país que los mercados públicos -las adjudicaciones de obras y servicios- no sigan siendo los circuitos privilegiados para financiamientos ocultos. Esto sólo se consigue aumentando la transparencia y reforzando los controles.

El comité francés sugiere tina mayor publicidad, en las cesiones y permutas inmobiliarias por parte de organismos locales. Éste es uno de los terrenos abonados de la corrupción, al igual que sucede con las contraprestaciones ocultas por parte de los adjudicatarios de obras y servicios, generadoras de comisiones y financiaciones ilegales.

Sugiere el comité parlamentario francés que se prohíba también la financiación abierta por parte de las empresas, puesto que "no pueden acceder a donaciones sin esperar una compensación". En cambio, ese comité estimula las donaciones transparentes de particulares, que desgraven en la declaración de impuestos. Se pide que se limiten de modo severo los gastos electorales y se propugna la instalación de medios de control más eficaces sobre el patrimonio de los cargos electos. La filosofía que se desprende de estas y otras medidas propuestas al norte de los Pirineos es que nunca se podrá impedir que algún individuo ceda a tentaciones y se Corrompa, pero que sí pueden y deben establecerse mecanismos que impidan que los partidos utilicen por sistema, para la financiación de sus disparatados gastos, métodos que corrompen a sus hombres y minan la credibilidad del sistema democrático.

Hasta ahora, se había legislado y organizado en España la financiación pública de los Partidos a partir de un cierto angelismo. Ahora se empieza a comprender que, en la práctica, todos los partidos se han financiado sistemáticamente de forma ilegal o irregular en uno u otro momento. Por ello, es una grave irresponsabilidad que las comisiones destinadas a erradicar la corrupción se dediquen a proseguir las peleas partidistas en vez de intentar llegar a un auténtico consenso nacional para crear transparencia en la financiación de los partidos, estas organizaciones esenciales de la democracia. No se trata de hacer tabla rasa con lo sucedido. Pero sí de legislar de forma realista para establecer las fórmulas de financiación de lo que son las correas de transmisión entre la sociedad y el poder, y el método menos malo de representación democrática que existe. La dilación en abordar el problema sólo alimenta a esos pontificadores, demagogos e intoxicadores que, como ya ha pasado en otros momentos de este siglo, desacreditan a. todos los partidos con el objetivo de erosionar la democracia.

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