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El capellán de Carabanchel edita el evangelio en 'cheli'

Antonio Alonso, capellán durante 18 años de la sección de jóvenes de la cárcel de Carabanchel, pasó enseguida a ser el Cheiw, un cura amigo de todos que recorría las galerías repartiendo chicles, caramelos y palabras de aliento. Cuando llegó, pocos acudían a los oficios religiosos, y Alonso pensó que para hacerse oír había que hablar a los presos en su idioma. Acaba de jubilarse y su primera dedicación ha sido publicar los evangelios traducidos al lenguaje carcelario.

El ex capellán reconoce su deuda con un preso linotipista y corrector de pruebas al que perdió la pista cuando salió, verdadero académico de la jerga de Carabanchel. Fue él quien transcribió los evangelios que iban modificando entre todos cada domingo. Alonso llegó a tener más de 40 pasajes, pero muchos se han perdido. En su libro recién editado (El Chuchi, los colegas y la basca; editorial CCS, Madrid) recoge 24, además de un vocabulario de gran interés para entender la diversidad de formas de expresión de nuestro tiempo.Hay términos comunes al habla cheli, pero muchos otros son específicos de Carabanchel, como kie (jefe, capo, líder). Kie es la deformación del apellido de un famoso preso de origen holandés cuyo apellido exacto, por supuesto, nadie recuerda, Kie de la 13, la galería del holandés, significa jefe o líder máximo de la cárcel. Estar en auto quiere decir ir a los juzgados, mientras que el furgón en el que se traslada al preso recibe el nombre de canguro. También puede decirse cunda, aunque este término tiene otras acepciones: paliza, historieta. Hay expresiones curiosas. De cabra (motocicleta) surge cabra a motor de cebada, que no significa ni más ni menos que burro. O estar más cortao que un primario en la tercera (la galería más peligrosa) o el periódico, las 24 primeras horas de incomunicación antes del encarcelamiento.

Los pasajes, de la Anunciación hasta la Pasión, comprenden la vida entera de, Cristo. "¡Anda mi Madre!", exclama el Chuchí, cuando José y María le encuentran en el templo. "No veo porqué todo este jari (lío). Ni que mi menda estuviera en busca y captura". En el capítulo sobre las tentaciones, aparece un diablo, "más cabreao que un tío sin cartuchos pa la recortá", pero Jesús le espeta: "Corto y, cierro, colega. Vete al infierno y que te afeiten la cornamenta, mangui" ' El Chuchi convierte la pañí (agua) en vino se va de pingüi por Galilea y da labola (libertad) a Lázaro.

A través de estos pasajes surge un Cristo valiente y enérgico que se enfrenta a las adversidades, defiende al débil y respeta, sobre todo, a su madre.

Como dice Alberto Iniesta en el prólogo, "si Jesús hubiera visitado a los jóvenes de Carabanchel, seguramente les habría hablado en su propio lenguaje". Hay tres prólogos más, pedidos por el autor a presos famosos. Marcelino Camacho, para quien la labor caritativa y humana que destilan estas páginas "conecta con nuestra lucha por la solidaridad"; José María Ruiz Mateos, que señala que en la cárcel están los que roban una gallina y no lo que roban tres o cuatro mil millones de pesetas, y José Ramón Treviño, arcipreste de Irún, que opina que los evangelios fueron escritos para los condenados y excluidos. El libro está ilustrado con la vida del Chuchi en comics, obra de Javier Gómez

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Paseos ociosos

Algo ocioso, Antonio Alonso pasea por la calles de Madrid sin cartas de los presos que llevar ni gestiones que hacer en los juzgados.

"Han sido tantos años trabajando con gente tan necesitada, que, desde luego, se echa de menos". A veces se encuentra a algún antiguo interno, que le saluda efusivo.

El Cheiw se alegra también de verle, aunque no se olvida de advertir: "Cuidado con el, radiocasete de este coche, que te estoy viendo". Sabe que probablemente robará el siguiente, pero le da un chicle de los que siempre lleva en el bolsillo.

Las bienaventuranzas

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