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El eterno escudero

En el dúo formado por Javier De la Rosa y Narciso de Mir, este último ha jugado siempre el papel de escudero a la sombra de su caballero. Compañero de fatigas del financiero desde hace años, ahora lo es también de cavilaciones y reproches.Narciso de Mir conoció a De la Rosa en la Banca Garriga Nogués, nido del que procede la mayoría del núcleo duro del entorno del financiero. Mientras que para el mundo económico la travesura de De la Rosa en la filial catalana de Banesto constituye una huella imborrable de su proceder, para sus compañeros representa el inicio de una larga amistad.

La fidelidad de estos camaradas no es desinteresada. Como en el caso de su apoderado, Arturo Piñana, que ascendió de botones a secretario privado de De la Rosa, Narciso De Mir pasó de ser un oficial en el banco -Narciso Mir se llamaba por entonces- a tocar el cielo de los fuegos de artificio financiero. A partir de entonces De la Rosa se retrata siempre en companía del nuevo De Mir. Con él funda la flamante Quail España, sociedad que de la nada pasará a gobernar y derrumbar el imperio de Torras-KIO en España.

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Encarcelado Narciso de Mir, socio de De la Rosa

Como delegado plenipotenciario de su jefe y promotor, De Mir aparece en todos los consejos importantes de Torras y en sus empresas filiales. De la Rosa, que gusta de hablar de la ingeniería financiera, pero nunca llega a saber con certeza lo que lleva entre manos, utiliza a De Mir para las operaciones especiales o los desembarcos de emergencia.

En una de esas intervenciones de salvamento, el socio alcanzó fugazmente la presidencia de Ercros, el primer grupo químico español. Poco importaba su total falta de experiencia sobre el asunto. Como siempre se trataba de vender activos, aparcar acciones y, en suma, aguantar la situación mientras se pedía más dinero a los árabes y los amigos se preparaban un retiro dorado. A pesar de que esta segunda experiencia también acabó en desastre, De Mir siguió con su amigo.

En Grand Tibidabo, sociedad creada en 1992, De Mir vio con creciente preocupación la evolución de los acontecimientos. Pero ¿cómo podía contradecir a quién le había transportado desde una mesa gris en el despacho de una anónima oficina bancaria hasta el rutilante mundo del pelotazo financiero?

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