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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Yeltsin resiste

LA VOTACIÓN en el Parlamento ruso de la moción de censura presentada contra el Gobierno, cuya verdadera meta era golpear a Borís Yeltsin, se ha saldado con una pírrica victoria de Chernomirdin y una prueba más de que el presidente ruso vive hipotecado por una mayoría antiliberal. En una Cámara de 450 diputados, la moción obtuvo 193 votos, 33 menos de los precisos para ser aprobada. Muchos de los diputados de la oposición, que agitan constantemente contra Yeltsin, ni siquiera comparecieron. El resultado final refleja la debilidad del presidente en el plano parlamentario, pero también la incapacidad de una oposición muy fragmentada para presentar una batalla seria para derribar al Gobierno. La principal conclusión que se puede sacar de esa votación es que hay un descontento tremendo, en la Duma y en la sociedad, pero que nadie está dispuesto a cargar con las responsabilidades del poder y, lo que es más terrible, que la oposición no tiene lana alternativa a la política actual. Rusia está gobernada por personas que se aprovechan de la ausencia de un grupo rival capaz y dispuesto a sustituirlas.Al mismo tiempo, esta supervivencia parlamentaria tan exigua del Gobierno en la Duma tiene un valor especial por el contenido del presupuesto que Chernomirdin ha presentado ante la Cámara. Propone un presupuesto de extrema rigidez, que representa un cambio de actitud real del propio jefe de Gobierno. Éste subió al poder, desplazando al reformista Gaidar, como representante de las grandes empresas estatales que no querían renunciar a los subsidios del Estado y que constituyen el verdadero freno a la reforma. Ahora presenta un presupuesto centrado principalmente en cortar la inflación, asegurar una moneda estable y permitir una recuperación dentro de los cánones del Fondo Monetario Internacional. Ello explica que el propio Gaidar, y otros reformistas de su línea, hayan dado -una acogida positiva a las tesis de Chemomirdin. Pero todo hace pensar que el concepto de privatización, de aceptación de la economía de mercado, ha cambiado. Y que Yeltsin está lejos de ser un defensor de los postulados de racionalidad económica para acomodarse en el posibilismo y la supervivencia en el caos existente.

La política de reforma ya no está en manos de jóvenes economistas audaces. La controlan viejos administradores de la industria estatal soviética, que sólo saben hacer lo que han hecho siempre. Desestiman todo riesgo inflacionista para financiar el desarrollo de la economía. Tienen tanto miedo a las fuerzas libres del mercado como a la ira de los obreros, al corporativismo del aparato y a la pérdida de sus propios privilegios. Con Chernomirdin ha sido posible evitar este voto de censura de la Duma. Lo que no parece siquera probable es que pueda sacar adelante una política de rigor presupuestario para la que el consensa político y apoyo social son indispensables.

Aquí reside la debilidad básica hoy de la posición de Yeltsin. Está aislado, las personas que le apoyaron cuando se lanzó a la lucha política con posiciones refórmistas audaces, o le han abandonado o han sido desplazadas de los círculos del poder por las presiones que él no ha podido o sabido resistir. Su autoritarismo le hace rodearse de incondicionales que sólo parecen contarle lo que él quiere escuchar. Al propio Chernomirdin se le: daba por dimisionario hace escasas semanas. Ahora es probable que logre asentar su posición. Pero las expectativas de una política económica realista siguen tan lejanas como siempre.

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