'Me miro como los perros rabiosos" dice el policía que mató a un detenido
La Audiencia de Madrid comenzó ayer a dilucidar si el policía municipal que mató el 23 de agosto de 1991 a Juan Andrés González, de 33 años, disparó en legítima defensa o, por el contrario, cometió un homicidio o un asesinato. Tras una persecución por el robo de un coche, y cuando ya estaba acorralado y semiesposado en un portal del barrio del Pan Bendito (distrito de Carabanchel), un policía municipal disparó, durante un forcejeo, a Juan Andrés. "Me miró como un perro rabioso, con los dientes apretados, con.odio", espetó ayer el policía para explicar su reacción.El disparo le entró por el costado, de abajo hacia arriba y le salió por el cuello. La víctima dejó cuatro hijos y a su esposa embarazada. La fiscal pide para el procesado, el cabo de la Policía Municipal de Madrid José Manuel Villarejo García, 12 años de cárcel y que, bien el agente o bien el Ayuntamiento, indemnicen a los hijos de la víctima con 20 millones de pesetas. En su opinión, fue un homicidio.
Una treintena de compañeros de la Policía Municipal se congregaron ayer en la Audiencia para infundir ánimos a su compañero procesado, que sigue en activo en un destino burocrático. Su entrada a la sala fue jaleada con aplausos.
El presidente del tribunal, José Manuel Maza, ordenó silencio bajo apercibimiento de expulsarles del Palacio de Justicia. La otra cara del caso la mostraban los familiares, casi todos enlutados, y vecinos de la víctima desplazados desde Pan Bendito hasta la calle de Cartagena.
"Estamos aquí para que se haga justicia", dijeron a los periodistas la anciana madre y la esposa de Juan Andrés González, un delincuente habitual.
De momento (el juicio continuará el próximo día 2), el tribunal se enfrenta a dos relatos contradictorios: el del policía y sus compañeros, que alegan legítima defensa; y el de los numerosos testigos que se arremolinaron en el portal y presenciaron el disparo, que implica un homicidio o asesinato.
Le dispararon cuando ya estaba reducido y acorralado", sostiene el abogado de la acusación particular, Emilio Rodríguez Menéndez, quien solicita 28 años de cárcel para el policía que disparó.
Fuentes de la defensa señalaron: "[El agente] le echó dos bemoles para entrar en aquel portal y subir las escaleras; no todo el mundo hace lo que él hizo en un sitio donde toda la gente estaba dispuesta a ayudar a la víctima".
"Todos los datos de que disponemos nos llevan al convencimiento de que el agente actuó en legítima defensa", comentaron. ayer fuentes municipales.
El testimonio de los peritos forenses, que se escuchará el próximo 10 de noviembre, será una prueba clave.
El inicio del relato que acabó en la muerte de Juan Andrés parece claro y, en su esencia, nadie lo cuestiona. Sobre las diez de la noche del 23 de agosto de 1991, una mujer se acercó a dos policías municipales que estaban de servicio en un coche patrulla en la plaza de Oriente. La mujer les dijo que acababa de ver a un hombre forzando la puerta de un Sirnca 1200 de color blanco, en la vecina plaza de Ramales.
PASA A LA PÁGINA 3
El cabo alega que disparó porque la víctima apuntaba a su compañero
VIENE DE LA PÁGINA 1Los agentes -Villarejo, el procesado, y su compañero Carlos Ibáñez- se dirigieron al lugar. Vieron el vehículo salir, marcha atrás, de un estacionamiento. El cabo Villarejo, según relató ayer al tribunal, ordenó a través del altavoz: "Alto, deténgase. Pero cada vez aceleraba más", subrayó. Desde la' plaza de Ramales hasta la calle -de Besolla, en Pan Bendito, donde Juan Andrés abandonó el coche perseguido por los Policías, condujo con "absoluta temeridad", matizó el procesado, de unos 35 años. Pese a las contudentes preguntas de la acusación particular, Villarejo se mostró sereno, sin perder la compostura.
Tras 15 minutos de vertiginosa persecución, el supuesto delincuente se metió en el portal número 21 de la calle de Besolla. Conocía bien el barrio: su madre vive allí. Los agentes llegaron al lugar pisándole los talones. Algunos vecinos tomaban el fresco a esa hora. El cabo Villarejo corrió tras él. "Que no me cojan, que no me cojan", dice el cabo Villarejo que oyó decir al delincuente a dos muchachos que había en la puerta del portal. Entonces se produjo un disparo. "Mi compañero, que iba detrás de mí, cayó al suelo y se le disparó el arma", comentó Villarejo. Antes de comenzar el juicio, algunos vecinos de Pan Bendito habían desmentido,ya ese detalle de la versión policial: el agente no se cayó: "Al bajarse del coche, el otro policía comenzó a disparar", dijeron.
El cabo alcanzó a Juan Andrés en un rellano del primer piso del desgastado bloque. Le cogió de la camisa y le obligó a bajar las escaleras. La luz del bloque se apagó, pero volvió segundos después. Villarejo bajaba detrás, vigilándole. Al pie de la escalera, siempre según Villarejo, estaba su compañero, y detrás de él, "siete u ocho personas gritando e insultándo nos", dijo. Su compañero Ibáñez le avisó: "Cuidado, que lleva una navaja".
Hasta, aquí, nadie pone en duda los hechos." La gran incógnita que debe resolver el tribunal es qué pasó después."Frío de pies a cabeza"
La versión de Villarejo continúa: "Cuando [el supuesto delincuente] bajaba por la escalera no opuso resistencia. Se creció al ver gente en el portal. Mi compañero intentó quitarle la navaja, pero Juan Andrés [el detenido] se abalanzó sobre él. Los dos cayeron al suelo. Yo estaba de pie e intenté -reducirlo. La gente se echaba encima de nosotros. Logré ponerle un grillete en la mano izquierda, mientras mi compañero le agarraba por detrás. Él se escabulló y me dio una patada. Caí al suelo hacia atrás. Mi compañero gritó entonces: 'Me ha quitado el arma'. Los dos forcejeaban, cuerpo a cuerpo. Vi que el revólver de mi compañero caía al suelo. Ambos se lanzaron a cogerlo, pero Juan Andrés llegó antes. Me incorporé y vi que estaba echado sobre mi compañero, con el revólver en la mano, y yo, detrás de ellos. Al ver el arma caer en medio de ellos, sentí frío de pies a cabeza. Juan Andrés se volvió hacia mí, con la pistola. Mirándome. Su cara parecía la de un perro rabioso, con los dientes apretados. Temí que disparase sobre mí o sobre mi compañero, y apreté el gatillo". Estaba a un metro de distancia.
Villarejo confesó que, cuando efectuó el disparo, no vio a ningún otro compañero, aparte de Carlos Ibáñez, en el portal,. Los testigos, sin embargo, dicen que ya habían entrado al portal otros tres policías. "Yo no les vi", subrayó al tribunal. En ese momento había una veintena de vecinos dentro. Entre ellos, la madre de la víctima, que lloraba amargamente: "Por favor, que no me maten a mi hijo". Instantes después se oyó un disparo.
Al notar la detonación, los vecinos arremolinados salieron huyendo. Los agentes le dieron la vuelta al cuerpo y -según el relato del fiscal- fue entonces cuando le pusieron las esposas (pese a que ya había recibido el disparo mortal).
Poco después, la anciana madre de Juan Andrés y los testigos vieron cómo varios policías sacaban del portal a su hijo, chorreando sangre y -detalle que consideraron muy sospechoso- con las esposas puestas (lo que les hizo pensar que el disparo se produjo cuando ya estaba esposado). Ingresó cadáver en el Doce de Octubre. El informe forense beneficia poco a la versión del agente. Según este escrito, el delincuente estaba como acurrucado (en cuclillas y con gesto aparentemente defensivo) cuando recibió el proyectil que rompió su tráquea. Dos días después del suceso, el concejal accidental del área de Seguridad y Policía Municipal, José Antonio García Alarilla, declaró a la cadena SER que "los policías actuaron como auténticos héroes".
El Juicio continuará el próximo 2 de noviembre. Entonces declararán los testigos.
La viuda, detenida durante el juicio
María Soledad Barrul, esposa del hombre muerto en Pan Bendito y madre de cinco hijos, fue detenida ayer por funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía poco después de iniciarse el juicio contra el agente municipal acusado de matar a su esposo, el delincuente habitual Juan Andrés González. El abogado de la familia pidió al tribunal que parase la vista para conocer el motivo de la detención. "La policía ha aprovechado su comparecencia como testigo para detenerla", protestó el letrado. El presidente de la sala no suspendió la vista, pero sí pidió que le informasen urgentemente del incidente. Sobre María Soledad Barrul, según informó al tribunal la policía, pesaba una orden de búsqueda y captura.
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