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El secretario del Consejo de Europa pide respeto para las minorías en Rumania

Rumania debe profundizar en el estricto respeto de los derechos humanos, con hincapié en los de las minorías, y reforzar todos los atributos de una democracia parlamentaria pluralista, según destacó ayer en Bucarest el sueco Daniel Tarschys, secretario general del Consejo de Europa. Tarschys, que inauguró en la capital rumana un centro de información sobre la idea europea, se mostró en líneas generales satisfecho con la trayectoria rumana hacia una sociedad democrática.En presencia del presidente rumano, Ion Iliescu, y con la ausencia conspicua de los principales líderes de la oposición, que acusan al Gobierno de haberse apropiado de la pertenencia a la más antigua organización política global del continente, Tarschys ofreció a Rumania la ayuda de la organización que preside para superar las dificultades de la transición a un sistema de libertades.

El foro de Estrasburgo, que agrupa a 32 Estados, entre ellos 9 de Europa central y oriental, se ha convertido tras la caída del comunismo en punto de anclaje político y guardián de los derechos humanos en los países poscomunistas. Rumania es desde ayer, cuando se cumple el primer aniversario de su incorporación al Consejo de Europa, el octavo país ex comunista donde se instala un centro de información comunitaria. Los otros siete radican en Budapest, Varsovia, Praga, Bratislava, Sofia, Vilna y Moscú.

Nuevos miembros

Rusia está entre los nuevos países que han solicitado pertenecer a la organización europea fundada en 1949. En el caso rumano, el trayecto hacia una democracia de corte occidental está marcado a fuego por la naturaleza siniestra del régimen dictatorial que encabezó Nicolae Ceaucescu. Aludiendo a esta larga etapa negra, el representante europeo habló ayer de la necesidad de reconstruir no solo las instituciones, sino también "los espíritus traumatizados por décadas de odio, miedo y sospechas".La presencia física del Consejo de Europa en Rumania, jaleada sin medida por los medios oficiales, representa una baza para el presidente lliescu -a mitad de su segundo mandato y con menguante apoyo popular, pero sin rival-, que dirige mediante una política de claroscuros un Gobierno minoritario dominado por antiguos comunistas.

Como muestra, dos botones. Uno: mientras Rumania se mantiene en materia exterior alineada con los principios de libertad, tolerancia y pluralismo que cimentan la idea europea, el Parlamento de Bucarest todavía no ha despenalizado la homosexualidad. Dos: el Ejecutivo se mantiene en el poder gracias a una coalición con dos partidos ultranacionalistas, si no xenófobos, ninguno de los cuales destaca por respetar los derechos de las significativas minorías étnicas que pueblan este país que cuenta con 23 millones de habitantes.La situación de la prensa rumana, teóricamente libre pero sometida por el poder a una política de palo y zanahoria mediante mecanismos sancionadores y el control del papel, ilustra también la ambigüedad de las convicciones del Gobierno de Bucarést, al que Daniel Tarschys elogió ayer sin reservas por su reciente ratificación de la Convención Europea sobre Derechos Humanos.

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