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Prosas castizas

La historia literaria de Madrid, o mejor la historia de Madrid a,través de la literatura, puede seguirse a través de hitos de aquilatada prosapia e indiscutible excelencia. Para subrayar la veracidad de tal afirmación, no hace falta recurrir al Fénix de los Ingenios, como llamaría un castizo anónimo en feliz hallazgo a Lope de Vega y Carpio, ni a Vélez de Guevara, que levantó el "hojaldre" de los tejados madrileños para mostrar el suculento relleno de nuestra empanada. Si se me permite la omisión, por ir al grano de una mayor actualidad, obviaré, no sin pecado, a don Ramón de la Cruz y sus majos, a don Carlos Arniches y sus graciosos y pediré perdón a don Benito Pérez, Galdós, nunca lo suficientemente vindicado frente a los innumerables mentecatos, y a algún que otro genio que, quizá para áligerar sus malas digestiones, cayó en llamarle garbancero. Habrán de perdonarme también don Pío Baroja y don Ramón María del Valle Inclán y con ellos el fantasmal Ramón, sobran los apellidos, desde la cripta de Pombo. Y, siguiendo con el mea culpa, Cansinos Assens y ese Arturo Barea que describió, mejor que nadie, el Madrid de nuestra última guerra fratricida en su trilogía Laforja de un rebelde.

Por reducir el espacio de la memoria a los estrechos márgenes de un periódico, quiero hablar, y solicito aún más indulgencia por mis omisiones, de las novelas madrileñas escritas a partir de 4a guerra. Novelas madrileñas por su tema, que nunca por la "natividad" de sus autores, asunto irrelevante cuando de esta ciudad, rompeolas y rompeleches, se trata.

Relatos tan dispares como La colmena, novela enjambre de Camilo José Cela, y Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, con El Jararna, de Sánchez Ferlosio, conforman un magnífico, mosaico, tríptico áureo de posguerra, que yo completaría con las piezas preciosas de Juan García Hortelano, dejando algunos huecos, demasiados quizá, para mi falta de memoría o de conocimiento. Se trata de abreviar, y hay un puente de legítima plata, aún más legítima por sus impurezas, que traza Francisco, Umbral con sus primeras narraciones de provinciano, amargo o deslumbrado en la capital, y, sobre todos, un genial, incomprendido y voluntario outsider, el de Torrente Ballester de Off Side, que ojalá alguno de los lectores de estas líneas tenga la suerte de rescatar en alguna piadosa librería de viejo (si es así y hay algún ejemplar más a la vista, ruego que me lo hagan llegar, pues haceanos que me despistaron el mío).

Algo más de mediado va este artículo sin que, entre excusas, circunloquios y demandas, haya venido a dar con lo que fue su primordial objetivo, interrogarme y responderme sobre los novelistas que escriben del Madrid de hoy, o de los que hoy escriben sobre Madrid. No más de un aprobado raso me concedo en el autoexamen pues en el primer apartado sólo me vienen a la memoria, o quizá al gusto, las novelas negras y castizas de Juan Madrid (que osa hablar con conocimiento, desgarro y desparpajo de mi barrio, barrio que por supuesto conozco mucho mejor que él, aunque no alcance a describirlo como él), las incursiones, folletinescas o autobiográficas de Muñoz Molina, en particular su disparatado folletón Los misterios de Madrid, y las inquietantes divagaciones y "deambulaciones" de Juan José Millás por una geografía madrileña que podría ser impersonal de no haber sido glosadas y rubricadas por su ingeniosa impronta.

En el segundo apartado, de los que escriben hoy sobre el Madrid de ayer, comentaré tan sólo (fue su lectura la que me inspiró esta crónica) una novela, Ramas secas del pasado, de Jesús Pardo, amargo y sentimental paseo por el feo Madrid de los años cuarenta y sus más turbios ambientes, provincianos y también cosmopolitas dentro de lo que cabe. Aún no la he terminado de leer y sigo inmerso en la enrarecida atmósfera de las pensiones, burdeles, clubes y picaderos de aquellos años de plomo. Algo que no me ocurría, ahora me viene a la memoria, desde que, con curiosidad de voyeur adolescente, devoré las páginas de Lola, espejo oscuro, olvidada novela del olvidado Darío Fernández Flórez que habré de releer un día de éstos si topo con ella en una librería de ocasión, o si algún paciente y generoso lector de estas líneas tiene a bien obsequiarme con ella.

Otro día, habrá de ser otro día, si el tiempo no lo impide y con el permiso de la autoridad competente, les hablaré de algunas primeras novelas, relatos y esbozos de un puñado de nuevos y aguerridos autores que se atreven a escribir del Madrid de ahora mismo y del Madrid del mañana por la noche.,

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Recuérdenme, soy muy olvidadizo, que les cuente cosas de Javier Memba, Sagu o Aristónico Casas Gálvez, entre otros,

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