Felipe de Edimburgo, convencido de que la monarquía sobrevivirá
La primera entrega de la biografía autorizada del príncipe Carlos de Inglaterra ha abierto un foso entre los ciudadanos del Reino Unido. De un lado se sitúan los que ven en el heredero de la Corona un futuro rey abierto y modernizador; del otro, los que le consideran poco menos que un peligro público y una amenaza seria para la Monarquía. Desde las páginas del conservador diario Daily Telegraph, su padre el príncipe Felipe de Edimburgo, rompía ayer una lanza en favor de la institución: "Si ha durado un milenio será porque no es tan mala". Preguntado sobre la polémica biografía de su primogénito, el príncipe contestó escuetamente: "Nunca discuto cuestiones privadas y creo que la Reina tampoco. Muy pocos miembros de nuestra familia lo hacen".Si la biografía del príncipe de Gales ha contribuido a erosionar toda la mística que rodea a la realeza, su padre, el duque de Edimburgo, no parece haber encajado aún el zarpado de ese "indigesto libro", tal como aseguran ha calificado al volumen en cuestión. Parece aceptar las cosas con extrema naturalidad. Incluso contempla la posibilidad de una República con cierta deportividad: "Es una alternativa perfectamente razonable".
Frente a la sangre fría revelada por el príncipe Felipe, la reacción de la nación en pleno ha sido algo más apasionada. La magnitud del escándalo provocado por las revelaciones se vio reflejada ayer en la abrumadora cobertura que le dedicaron los principales diarios, y buena parte de los noticieros de televisión. Fuentes próximas ala Reina Isabel II transmitieron su malestar no tanto por el contenido de lo publicado como por el momento escogido para hacerlo. El Palacio de Buckingham conocía, al parecer, la historia que el príncipe de Gales se disponía a desplegar ante los ojos atónitos de sus eventuales súbditos: una infancia infeliz, un colegio militarizado y, quizás lo más chocante, un matrimonio de conveniencia al que fue casi, casi, arrojado por su padre. Lo que desconocía la Reina Isabel Il es que la publicación serializada de tan íntimas peripecias compartiría titulares con su visita a Rusia. Secretarios privados de los palacios de Buckingham y Saint James -donde reside el príncipe- han intercambiado estos días ásperos reproches por lo ocurrido. El príncipe Carlos, sin embargo, de acuerdo con sus colaboradores más próximos, no experimenta el menor remordimiento por haber colaborado con Jonathan Dimbleby en la redacción del libro, un texto que considera "equilibrado". Más preocupado por las repercusiones del primer capítulo de la biografía -que constituyó un éxito de ventas para The Sunday Times-, el ministro de Asuntos Exteriores, Douglas Hurd, aludió desde Moscú a la existencia de una especie de trama decidida a minar las bases de la vieja institución monárquica. "Todas estas historias de que la República está llamando a nuestra puerta son tonterías", dijo Hurd a una emisora de la BBC, pero, añadió: "Hay que pararlas". Un pequeño sector de intelectuales y políticos se manifestó ayer del lado del príncipe. Algunos expertos en cuestiones monárquicas consideran que Carlos es la persona idónea para liberar a la Monarquía británica de un lastre de siglos.
Sin embargo, la prensa popular dedicó al heredero de la Corona británica una avalancha de críticas. Curiosamente, el diario sensacionalista The Sun, que forma parte de la cadena propiedad de Rupert Murdoch, lo mismo que The Sunday Times, fue uno de los más agresivos. En grandes titulares informaba ayer de que el primer ministro, John Major, había lanzado poco menos que un ultimátum al príncipe de Gales, urgiéndole a que optara cuanto antes por el divorcio, a fin de no socavar más la institución que representa. Un portavoz de Downing Street desmentiría más tarde la noticia y el propio Major insistió anoche que la monarquía está a salvo. Los diarios populares, defensores de la Princesa de Gales a capa y espada, se preguntaban cúal puede ser la reacción de Diana a una confesión pública de desamor tan contundente. Tampoco le perdona la prensa popular al príncipe el daño moral que pueda haber infligido a sus dos hijos, Guillermo y Enrique.
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