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El congreso laborista británico rechaza la liberalización del partido

El 50,9% de los delegados del Congreso Nacional del Partido Laborista británico, que concluye hoy en Blackpool, votó ayer a favor del mantenimiento de la Cláusula Cuarta de los estatutos, una especie de emblema programático sobre el compromiso nacionalizador del partido. La votación es tan sólo indicativa del estado de ánimo de los delegados ante el corpus ideológico del partido, ya que la propuesta de cambio anunciada por Tony Blair el pasado martes no se planteará, probablemente, hasta el próximo congreso, el año que viene. Sin embargo, el resultado de la votación planteada por la circunscripción de Glasgow hizo asomar una sonrisa decepcionada en el rostro del líder laborista, Tony Blair, acostumbrado últimamente a recibir tan sólo ovaciones.

Ante los periodistas, Blair restó importancia al ensayo de votación, calificándolo de "poco significativo", e insuficiente para torcer su voluntad de cambiar los estatutos del laborismo. Blair optó por ver la botella medio llena, en vez de medio vacía. "Tener casi el 50% de los votos a favor indica lo lejos que ha llegado el partido en las últimas 24 horas", dijo. No obstante, su pequeño fracaso fue inmediatamente aireado por los conservadores como una muestra más de las divisiones internas en el seno del Partido Laborista.El mensaje moderado que Tony Blair lanzó el martes, no sólo a los militantes, sino a los eventuales votantes del Partido Laborista, fue contestado ayer por varios de los delegados que hicieron uso una y otra vez del vocabulario más radical. Jim Mearns, el joven representante de Glasgow Maryhill -de donde surgió la idea de exigir un apoyo expreso a la Cláusula Cuarta- enardeció al auditorio de "camaradas" con numerosas alusiones a la "bandera roja", que "debe aún seguir ondeando en el partido", proclamó. Respecto a la famosa cláusula, Mearns insistió en que se trata "de un símbolo" de su "compromiso con la clase obrera y un lema que resume lo esencial" de su filosofía.

Cierto que los representantes de dos importantes sindicatos -el de Transportes entre ellos votaron a favor del mantenimiento de los estatutos, pero la división entre las filas sindicales era ayer creciente. Después de todo, muchos delegados venían ya dispuestos a votar -de una forma casi automática-, a favor de la cláusula, ignorando que Blair tenía previsto iniciar una guerra dialéctica contra ella.

Como todos los años, los delegados laboristas votaron también a favor del desarme nuclear y del recorte en los presupuestos de Defensa, en contra de la dirección del partido. Puede que todo sea una mera batalla ritual de la que no quede huella de aquí ál próximo congreso.

Blair, al menos, parece tenerlo todo claro. Su idea es que la Cláusula Cuarta sobra en la filosofia de una formación política que apoya la existencia de un sólido sector público, pero que hace tiempo ha renunciado a las nacionalizaciones. Por eso, el líder laborista considera que eliminar tal vestigio del pasado -fue redactada en 1918- constituirá "un símbolo" del cambio. Su supresión, dijo Blair, "es el símbolo que nos permitirá convencer al pueblo británico de que hemos cambiado". Por eso precisamente, se trata de una cuestión de principios: el esencial principio de no confundir al electorado sobre la verdadera naturaleza del partido que aspira a desbancar a los tories del poder.

Lo que Blair no pudo evitar es que su fracaso de ayer fuera utilizado contra el partido por algunos miembros del Gobierno tory. Michael Heseltine, ministro de Industria, apuntó con ironía que la votación ha dejado claro hasta qué punto el Partido Laborista mantiene aún batallas del pasado.

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