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Torres de la Alameda se salta la prohibición de la Comunidad y celebra el toro embolado

Más de mil vecinos de Torres de la Alameda (una localidad con 3.373 habitantes) asistieron en la noche de ayer a la suelta del toro embolado, un festejo taurino prohibido en la Comunidad de Madrid. Tras dos horas y media de capea, la corporación municipal abandonó la presidencia mientras abajo, en la arena, una cuadrilla colocaba dos alzas metálicas terminadas en dos bolas sobre los cuernos del toro. Luego les prendieron fuego. El espectáculo duró casi dos horas e incluyó una salida al exterior de la plaza y amenazas y agresiones a los periodistas.

La Asociación Nacional de Defensa e los Animales (ANDA) mandó la mana pasada un escrito a la Delegación del Gobierno solicitando que lo impidiesen. La Guardia Civil, que tenía órdenes de la Delegación del Gobierno de no intervenir, levantó acta.El Ayuntamiento de Torres no fue tan discreto como otros que incluyen los festejos no autorizados en los programas con el suscinto rótulo de "encierro tradicional". Ellos lo anunciaron con todas las letras: "Tarde de toros para recreo y fomento de la afición, con la suerte del toro embolado, a cargo de Juan de Maraya y su Cuadrilla del Arte [una empresa especializada de Castellón)" se leía en el folleto.

La tarde de toros empezó a las cuatro y media con una capea en la que los miembros de las 38 peñas que ocupaban los chiqueros dieron capotazos, hicieron recortes, pusieron las banderillas y mataron con el estoque a cinco de los seis toros que se soltaron. Al cuarto astado, después de torearlo, se lo llevaron los cabestros. Era el destinado a portar las bolas de fuego sobre los pitones.

A las siete, el alcalde, Antonio Rodríguez (del PSOE), y los miembros del equipo de Gobierno que ocupaban la presidencia, la abandonaron. Rodríguez se negó a hacer declaraciones y el concejal de festejos, el socialista Pedro Ropero, se limitó a decir: "Las fiestas son nuestras, dejadnos que las disfrutemos". Mientras los ediles hacían mutis por el foro, una cuadrilla colocó un tronco en medio del ruedo, atravesaron una cuerda por el centro y comenzaron a tirar para sacar al astado que permanecía en los toriles atado por los cuernos.

Una vez en la arena le colocaron las alzas de hierro sobre los cuernos y un collar con cascabeles en el cuello, prendieron fuego a las bolas y lo soltaron. Después de media hora en el coso, donde casi nadie se atrevió a entrarle, lo llevaron acompañado por dos cabestros por el recorrido acotado del encierro.

Nacido para morir

'No sufre, es un animal que ha nacido para morir y da igual cómo muera" aseguró un peñista que decía llamarse Agapito López y preguntó a los periodistas si ellos no comían pollo frito. "Es la tradición" era la frase más repetida para defender este festejo que se celebró por primera vez hace cuatro años. "Es un tema delicado porque la afición es muy fuerte. Pero si lo queremos, tenemos que apechugarcon ello los que nos guste. ¿Qué nos cuesta, dos millones de la multa? Pues lo pagamos entre todos" manifestó Guillermo Puebla, de la peña Los Navarros.

Un fotógrafo de prensa que saltó a la arena pasa sacar una instantánea fue agredido por medio centenar de mozos que le rompieron el flash. El reportero gráfico de EL PAIS aguantó junto a otro compañero amenazas e insultos. Tres peñistas trataron de impedir que hiciesen fotografías. La presencia de la Guardia Civil les disuadió de su intención.

La última hora del espectáculo transcurrió intentando matar al astado- al que ya habían quitado las alzas metálicas con las bolas de fuego de los cuernos. Lo enlazaron con una maroma por los pitones y tirando de ambos lados colocaron su testuz frente al tronco y trataron de apuntillarlo. No fue posible, según los peñistas, porque llevaba puesto el collar de cascabeles y la maroma en el cuello. El alcalde, que estaba en uno de los chiqueros con otros

miembros del equipo de Gobierno, fue uno de los que tiró de la cuerda. Tras la barrera los munícipes discutían cómo matar al animal. La decisión final fue sacar a los cabestros para introducirlo en el toril y apuntillarlo allí. La Delegación del Gobierno, que abrirá expediente sancionador, no pidió a la Guardia Civil que tratasen de impedir la celebración.

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