Vaqueros en el hotel Ritz
Con una simple ojeada, a las 17.30 de ayer se podían contar allí 25 vehículos Mercedes, 10 BMW, 3 Cadillac, 4 Jaguar y 4 furgonetas de la policía. Era la sombreada entrada principal del hotel Ritz, emblemático cinco estrellas de la alta sociedad donde hasta hace unos años no podían alojarse artistas ni toreros (James Stewart tuvo que acreditar sus galones de general del Ejército americano para poder hospedarse allí).Y ayer entraron allí sindicalistas en pantalones vaqueros para explicar los motivos de la huelga que habían convocado para el sector. Los trabajadores del hotel abandonaron su exquisita compostura para atender cómodamente, en el comedor de personal, la arenga sindical. No hubo preguntas, pero sí los aplausos del centenar de empleados (la plantilla la componen 204 trabajadores) que decidieron secundar el paro.
En la asamblea, sólo los tragaluces enrejados del sótano dejaban pasar un poco de luz exterior, el brillo azabache de algún zapato italiano y, el ronroneo de los motores alemanes que llegaban y salían del hotel, ajenos a lo que se cocía entre los fogones.
Por la huelga, un hotel de lujo se transforma en una residencia de segunda. Sólo queda un telefonista para atender las llamadas urgentes y personal de mantenimiento, por si acaso.
Pero los 158 ejecutivos y altos cargos de la cumbre monetaria que se alojan en el lujoso edificio de principios de siglo se tendrán que estirar solitos las sábanas de lino bordadas. Si nadie lo evita, los cremosos Jaboncitos con aroma a rosas se quedarán pochos en las toilettes.
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