Catástrofes evitables
Desearía saber cuántos miles de hectáreas más han de quemarse y cuántas vidas perderse para que las autoridades actúen de una vez. Es urgente endurecer las penas por delito ecológico, obligar a los propietarios de montes a realizar limpiezas periódicas bajo pena de expropiación, plantar sólo árboles autóctonos (haya, nogal, roble, castaño), fomentar una silvicultura lógica y restauradora de las zonas dañadas, prohibir la comercialización de la madera quemada, optimizar el empleo del agua con ahorros reales a través de contadores individuales, reparaciones de la red distribuidora y reutilizando el agua depurada para la agricultura y el riego de unos parques y jardines integrados en, la urbe y adaptados a nuestro entorno climático, evitando las praderas inglesas y los jardines mastodónticos (Campo de las Naciones, por ejemplo).Si además de lo anterior se limpian y protegen los ríos, esas arterias que conducen la sangre de la tierra, que es el agua, se preserva el 15% de todo el territorio nacional y de la placa marina continental como necesaria reserva, se evitan esas obras públicas faraónicas, en su mayor parte sólo necesarias para financiar a los amigos de turno, y se establece una moratoria en la caza y pesca fluvial de, al menos, tres años, sería posible todavía conservar un poco lo que va quedando, recuperar parte de lo destruido y detener esos cambios climáticos que nos aterran.
Resulta inconcebible que con todos los medios y conocimientos existentes estemos en esta situación catastrófica.
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