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Los ministros de Defensa buscan acelerar la ampliación de la OTAN hacia el Este

Xavier Vidal-Folch

Acelerar la aproximación a la OTAN de los antiguos países comunistas es la consigna que mayor unanimidad concita entre los ministros de Defensa de la Alianza Atlántica reunidos desde hoy informalmente en Sevilla. La reunión, a la que asistirá por vez primera desde 1966 un ministro francés, François Léotard, tratará de acercar posiciones sobre la guerra de Bosnia entre norteamericanos y los europeos que tienen tropas destacadas en la zona. "El levantamiento del embargo es contradictorio con la vía de negociación a través del Grupo de Contacto: intensificaría la guerra", resumió ayer el ministro español Julián García Vargas, anfitrión del encuentro. España presentará una propuesta para "intensificar el diálogo " con los países del Norte de África, aunque "de menor intensidad que con el Este", añadió.La evaluación de los ocho meses de funcionamiento de la Asociación para la Paz (APP) y en general la apertura al Este de la organización será el gran bocado de la reunión. Esta fórmula vio la luz el pasado enero, en la cumbre de Bruselas, como mecanismo de acercamiento de los antiguos enemigos y supone su progresiva vinculación a la OTAN, a diferentes velocidades e intensidades. Rusia, por ejemplo, debe obtener un estatuto especial, puesto que no se conforma con una participación similar a la de sus antiguos aliados, dado su peso específico. Este estatuto especial todavía no ha sido concretado, pero la opinión mayoritaria en el seno de la organización es que no incorpore un derecho de supervisión general en todos los temas.

La estrategia explícita de la OTAN es conseguir la integración de los países de la Europa central, en primer lugar los del grupo de Visegrado (Polonia, Chequia, Eslovaquia, Hungría). Ello plantea dos líneas de problemas. Primero, Rusia ha mostrado reiteradamente sus recelos a esta operación, que quizá acaben disolviéndose si se le ofrece un estatuto especial suficiente acorde con su hecho diferencial de gran potencia, aunque sea en declive. Segundo, la apertura al Este supone la quiebra de la principal tradición de la OTAN, a la que la alianza debe adaptarse: el antisovietismo, finiquitado por defunción del enemigo, y basado en la apabullante prioridad del eje atlántico. Ello refuerza las posiciones más europeístas.

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