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Balladur retiene el procesamiento de su munistro Longuet

Enric González

El acoso judicial al ministro de Industria francés, Gérard Longuet, empieza a ser un problema para las ambiciones presidenciales de Edouard Balladur. Longuet afirmó el lunes que no pensaba dimitir, fuera o no procesado por corrupción, aunque ayer matizara que estaba dispuesto a aceptar la regla del Gobierno". Esa regla, impuesta el año pasado por, el primer ministro, señalaba que procesamiento equivalía a dimisión. Longuet no es sólo un ministro. Es presidente del Partido Republicano y, como tal, un personaje clave para que Balladur cuente con el apoyo de la coalición giscardiana UDF (Unión para la Democracia Francesa). Balladur, entre la espada y la pared, ha preferido aplazar un mes su decisión sobre el procesamiento.Los indicios acumulados por el juez Renaud van Ruyinbeke sobre los presuntos delitos de Gérard Longuet, centrados en la supuesta financiación irregular de su villa de verano en la Costa Azul y en su compadreo empresarial con grandes compañías industriales, parecían suficientes para la apertura de un expediente judicial por un juez de instrucción. Ese procedimiento hubiera concluido casi forzosamente en el procesamiento.

El ministro de Justicia, Pierre Méliaignerie, optó, sin embargo por una vía dilatoria: la apertura de una investigación preliminar, bajo control gubernamental, hasta el 31 de octubre. Tras el aplazamiento se percibe con claridad la mano de Balladur quien dispondrá de un mes para cavilar sobre qué hacer con su ministro de Industria.

Balladur tiene ante sí una dificil disyuntiva: permitir el procesamiento de Longuet puede enajenarle el apoyo electoral del Partido Republicano y, con él, de muchos giscardianos; no hacerlo significará mancharse, al menos a ojos del público, con el cieno de la corrupción. Tal vez no sea una casualidad que, en la semana de sus dudas sobre Longuet, el índice de popularidad del primer ministro haya descendido por primera vez desde junio. Balladur, hay que recordarlo, llegó al Gobierno con un mandato electoral diáfano: barrer la corrupción socialista e impedir por todos los medios la corrupción con servadora.

Gérard Loñguet ha indicado sin demasiado disimulo su intención de apoyar a Balladur en la carrera hacia la presidencia. Preside el Partido Republicano, el grupo más importante en la variopinta coalición giscardiana UDF, y su influencia debe resultar decisiva a la hora de decantar hacía Balladur, y por tanto contra Jacques Chirac o el propio Valéry Giscard d'Estaing, el apoyo del grueso de la coalición. Longuet es, por tanto, muy necesario para Balladur. Un Longuet caído es un Balladur debilitado. ¿Cuál sería, además, la reacción de Longuet si Balladur diera luz verde a su procesamiento? Por lo visto hasta ahora, el ministro está ferozmente apegado al cargo y le costaría ser comprensivo con él jefe del Gobierno. A un Longuet vengativo no habría de costarle nada dejar que el Partido Republicano, de tendencia muy conservadora, se alejara de Baliadur y se aproximara a Jacques Chirac, un candidato más afín a la ideología de la militancia.

Adicionalmente, Longuet podría poner en un tremendo apuro político a Balladur. Le bastaría con negarse a dimitir. El primer ministro tendría que acudir al presidente de la República, Frangois Mitterrand, para rogarle que firmara el cese del ministro rebelde. La autoridad del primer ministro quedaría por los suelos.

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