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Tribuna
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Corazoncito

Vicente Molina Foix

Sabíamos que el Estado tiene un físico, Boca voraz, ojos que te penetran, manos muy largas, conductos de desagüe a veces atascados de porquería. El otoño descubre que detrás de ese cuerpo engordado por 12 años de línea socialista late un corazón tan provisto de antojos, como el del más concupiscente héroe de Shakespeare. Un corazón estatal que se permite la ira, la venganza, el orgullo, los celos. Yo creía, por leer a Rousseau y a Hobbes, que el Estado era esa entidad simbólica que sella el contrato conciliador de las bajas-pasiones individuales; un leviatán impasible. Y resulta que el Gobierno de nuestro estado rechaza en un berrinche la irreprochable candidatura a ombudsman del progresista Martín Pallín porque la hace el PP y se huele una- tostada de la oposición; el. PSOE, propone a un conservador, sirviendo así a sus votantes una rica empanada mental. Mientras, un ente público se da el gusto de hacer apuestas sobre la puntualidad de la niña de sus ojos ferroviarios, y la bravuconada nos cuesta a todos siete millones en una semana. Eso, sí, asistimos a un duelo de titanas (iOK, Corrall) en el que la ministra de Cultura, en un pique muy sabido, destituye a la directora del Reina Sofía por una competencia, no por incompetencia. Encendemos la tele para distraernos de tanta emoción: TVE, celosa de, que un canal privado patrocine, el primer festival- de cine de este país, no informa de él a sus contribuyentes. ¡Vivan las (dos) cadenas!

La rivalidad, la desconfianza y el afán de fama -vuelvo a Hobbes- causan las disputas entre. los hombres que el Estado ha de superar. Aquí y ahora, las altas instancias nos ganan a los mortales en los males del espíritu. Será que una vez probado que él cuerpo se corrompe, el Gobierno confía en salvar su alma.

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