Popper
Ha muerto Karl Popper y la comunidad científica se dispone a rendir homenaje al hombre que supo dar a la filosofia de la ciencia el rango que hoy ostenta. Su rechazo de los regímenes autoritarios le llevó a cometer la torpeza de poner al socialismo en el mismo nivel del nazismo, desliz que más tarde confirmó como científico tratando de refutar el pensamiento de un científico de la talla de Karl Marx. De aquí que las voces de quienes tienen interés en resaltar sus opiniones políticas sobresalgan de las de aquellos que hablan de sus aportaciones científicas y filosóficas a la epistemología y a los métodos de la investigación. Deberíamos proponernos resaltar su figura como la de quien, a pesar de haber mantenido opiniones tan respetables como discutibles en cuestiones políticas, mostró el camino que lleva al conocimiento: el de una búsqueda interminable e incansable de la verdad capaz de eliminar los obstáculos que inevitablemente aparecerán, los que ponen quienes se atrincheran en dogmas y en intereses parciales. Por esta razón, es posible estar de acuerdo con EL PAIS (véase su editorial del 18 de septiembre) al considerarlo como "maestro y sabio", lo que no es óbice para que ignoremos aspectos discutibles de su trayectoria como hombre, como ciudadano y como investigador. Ha sido otro contemporáneo nuestro, igualmente maestro y sabio, quien se ha encargado de poner este contrapunto necesario. Me refiero a Eduardo Haro. Con su Popper no, ha glosado con acierto el lado menos admirable de ese gran hombre que acaba de pasar definitivamente a la historia.- Investigador del CSIC.
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