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Horas traidoras

Las averías de los grandes relojes públicos despistan a los transeúntes

Tres grandes relojes se yerguen sobre la plaza de Colón. Decoran tres fachadas de la torre de un céntrico edificio antiguo propiedad, de una compañía de seguros, adquirido recientemente por un banco internacional. Llevan decenas de años confundiendo, a los madrileños: el de la fachada sur marca en sus agujas las seis menos diez, las diez y media el orientado hacia el Este -que está parado- y el que mira al Norte señala las ocho menos diez. Gracias a ellos, cientos de citas quedaron rotas, miles de ciudadanos comparecieron tarde a sus. compromisos y decenas de miles, de repartos nunca llegaron, a tiempo a su destino. Todo por confiar en las horas falsas que estos relojes públicos cada día daban -y siguen dando- desde sus elevadas peanas.Los relojes desacompasados de la plaza de Colón -"reparados hace unos meses y averiados dos semanas después", puntualiza un vigilante- no son casos únicos en la ciudad. El de la Casa de la Villa, sede del Ayuntamiento de Madrid, permanece perezosamente anclado en las dos y veinte. desde su atalaya del techo de pizarra que preside la plaza. "Hace cuatro o cinco años se le instaló un dispositivo de cuarzo, pero ni aun así funciona bien", reconoce un relojero de la calle Mayor, que desconoce desde cuándo lleva el reloj parado. Bien ajustado, un reloj de cuarzo puede retrasarse un segundo cada 10 años.

Del centenar aproximado de cronómetros públicos existentes en Madrid, sobre escenarios destacados y visibles, especialmente los de algunas estaciones ferroviarias, céntricos bancos o frontispicios de edificios oficiales, un puñado de ellos mantuvo falsamente informados durante lustros a millares de ciudadanos por averías o retrasos. Un informador bursátil destaca que el barómetro del parqué de la Bolsa de Madrid permanece detenido en Buen tiempo desde hace muchos años.

Los más dañados por la falsa información horaria suelen ser los forasteros, que desconocen la evidente desidia de los responsables del mantenimiento de tales relojes o bien de sus empleadores, que "apenas destinan fondos para su reparación", reconoce en privado un profesional.

Varios relojeros veteranos atienden simultáneamente grandes relojes de bancos céntricos, empresas comerciales o edificios oficiales, como el que remata el chaflán del Banco de España, uno de los más grandes y bellos de la ciudad, reciente y brillantemente adecentado. Este reloj, que exhibe encima un lujoso cuerpo de campanas, tiene la limitación de que no resulta visible por la noche, ya que sus agujas, de color cobre, carecen de fosforescencia alguna. Otros, como el de la torre de Correos, por hallarse plenamente digitalizado, funciona con escasa supervisión especial. Los más espectaculares suelen ser los del paseo de la Castellana y la Gran Vía, enormes cronómetros de firmas suizas, alemanas o británicas" instalados en su día con gran pompa por compañías de seguros, líneas aéreas o conocidas rúbricas comerciales o financieras. Los qué siguen funcionando y no han sido plenamente modernizadoes exhiben orgullosamente su añeja marca. Se les da cuerda con grandes manivelas y conservan su aparato exterior, incluso bastidores de metales forjados; la mayoría, sin embargo, ha experimentado profundas transformaciones internas a base de dispositivos de cuarzo impulsados por electricidad.Algunos bancos, como uno de anagrama verde sobre la orilla izquierda de la Castellana, muestran ya cronómetros de atrevidos diseños. Una marca de cervezas, cuyo rótulo se alza, sobre un edificio de 15 pisos en la confluencia de la Castellana con el paseo de La Habana, posee un marcador digitalizado que da la hora y la temperatura en caracteres rojos. Un poco más abajo, sobre la misma acera, el marcador digital de una entidad bancaria informa de la hora con dos minutos de adelanto respecto al anterior.

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