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Los liberales alemanes luchan por su supervivencia tras las elecciones federales

Los liberales alemanes (FDP) concluyeron ayer en Nuremberg el Congreso del partido con la advertencia al electorado de que esta vez "está en juego todo" y un llamamiento para conseguir el segundo voto, que les permita sobrevivir tras las elecciones federales del 16 de octubre.Las últimas encuestas muestran al FDP algo recuperado, con una expectativa de voto por encima de la barrera fatídica del 5%, que los dejaría fuera del futuro Bundestag (Parlamento Federal) y del poder en Bonn. No obstante esta ligera mejoría, tras los desastres en las últimas elecciones regionales y las europeas, hasta el próximo 16 de octubre al FDP le espera un viacrucis de tres estaciones: Sajonia, Brandeburgo y Baviera. En estas tres elecciones regionales el FDP podría sufrir nuevas derrotas.

Para evitar esto, los liberales, con su presidente a la cabeza, el ministro de Exteriores Klaus Kinkel, se han conjurado para arremangarse la chaqueta. Así lo hizo Kinkel de forma simbólica e inusitada ayer en Nuremberg ante las cámaras de televisión. Kinkel se asemeja más a un jefe de negociado que a un líder político. El FDP trata de librarse de la quema gracias al sistema electoral alemán, que otorga al elector dos votos: uno para elegir diputado de forma directa y el segundo para la lista de un partido.

Como el FDP no tiene la menor oportunidad de conseguir un diputado directo ahora orienta su campaña a que le den el segundo voto y conseguir rebasar el fatídico 5%. Los liberales confían en que los votos prestados de sus aliados de coalición, los democristianos (CDU/CSU), les den el porcentaje suficiente de segundos votos para sobrevivir después del 16 de octubre.

Al mismo tiempo, el Partido Socialdemócrata (SPD) inició ayer la fase caliente de la campaña electoral con una fiesta popular y un mitin multitudinario en la ciudad de Dortmund. La reunión concluyó con la intervención del último canciller socialdemócrata, Helmut Schmidt, quien, lo mismo que el aspirante Rudolf Scharping, atacó al actual canciller federal, el democristiano Helmut Kohl. Scharping y Schmidt acusaron a Kohl de haber alimentado a los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS) y ahora echar en cara al SPD las presuntas alianzas con ellos.

Kinkel atacó en Nuremberg la posibilidad de una gran coalición entre democristianos (CDU / CSU) y socialdemócratas (SPD) que significaría la paralización de Alemania.

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