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Si están verdes las manzanas

"No es lo que te imaginas, Julián". Julián soy yo, que llevaba dos horas yendo y viniendo con este trasto desde la Carrera de San Jerónimo a la UVA de Hortaleza. ¡Bingo! Efectivamente, conduzco la línea 9. Hoy iba a ser un día muy especial; atacado de los nervios, es que no cabía en mi camisa azul. Y encima esa pegadiza canción prejurásica, que no me la quitaba de encima y que venía en un doble decé que le había regalado yo a ella con los éxitos horteras de los setenta: "Si están verdes las manzanas, / si un gorrión canta en sus ramas, / es que hay...", vaya, casi me paso de parada.Cómo se ha puesto esa señora, y por nada, si es que les falta educación, por mucho bonobús que tengan; y cómo se van a poner dos paradas más allá, cuando vean que no sigo por López de Hoyos y me meto por Cartagena. Y encima llevo, desde la esquina de Arturo Soria, a Ángel Matanzo; lo que faltaba, me dije, cuando le vi subir, entre vítores, que se le quiere, y sacar su bonobús comprado. Pero yo a lo mío, que sé lo que me hago y por qué. Ya se ha armado, nada más girar en Cartagena, tendré que justificarme, si no, corro el riesgo de que me quemen el bus, y eso no es lo pactado. He dado una explicación y se me ha bajado la mitad del personal antes de cruzar la avenida de América. Dos o tres señoras han ido a pedir explicaciones a Matanzo, pero este señor, que es un señor, vaya si lo es, ha dicho que Transportes no era competencia suya. Y se viene, encima, con nosotros: con unos jubilados que no tienen nada mejor que hacer, una señora con el carro de la compra lleno desde el mercado de la Prospe y que parece no tener prisa, una pareja joven de la fila siete, que no disimula su entusiasmo: "Es como el autobús de Polniuman en cortinarrasgada ", le oigo decir a uno; ellos sabrán qué. Y un señor que tenía que hacer unas gestiones en la calle del Pilar de Zaragoza, y le hemos hecho el favor de acercarle. No cuesta nada agradar a las personas si está en tu mano, es lo que yo digo.

El pasaje, el señor Matanzo incluido, ha entendido perfectamente lo que ocurre, y ustedes lo van a entender: me voy con el autobús a casa, a darle una sorpresa a mí mujer, que hoy cumplimos 15 años de feliz matrimonio. Pero, sorpresa por sorpresa, la que se han llevado ellos cuando hemos aparcado en la puerta de casa (el dimisionario general Monzón contribuyó, guárdenme el secreto, que si no se le habrían echado encima los periódicos, enviando a unos agentes a desaparcar la entrada. Se han portado, hay sitio suficiente). Para sorpresa, les decía, la que se han llevado ellos: las mujeres, al verla; el señor Matanzo, al verlo.

Pues ahí estaban, en el portal: ella, Isabel Gemio, y él, nuestro alcalde, a cual más sonriente. También estaba Alipio, de Telemadrid. Llevaba yo tres días que no me lo creía, temiendo que fuera incapaz de hacerlo, y llega ahora el momento y me siento muy bien. Abro las puertas, bajo, saludo a los dos famosos sonrientes (cuando el alcalde ve descender a Matanzo se le nubla la sonrisa, sólo un instante, que vaya tablas tiene) y les invito a subir conmigo a casa, que buen susto le vamos a dar a mi esposa, no me digan ustedes que no. Isabel, el alcalde, un escolta y yo, por el ascensor; el resto, a la carrera por la escalera.

Es un segundo piso. Toco el timbre. Se oye música, "seguro que está", le sonrío a Isabel. "Es una recopilación de éxitos antiguos", le informo al alcalde, quien reconoce la canción, "si están verdes las manzanas, / si un gorrión canta en sus ramas, / es que hay amooorrr...". Se oye música, pero no abre, "estará al fondo", me explico mientras saco la llave. Entran todos, yo por delante, abriendo paso. La música proviene del dormitorio. Abro la puerta y los encuentro. "No es lo que te imaginas, Julián". Julián soy yo: tal vez a Isabel Gemio aquello no le gustó; al alcalde, y lo siento por él, tampoco, aquello no estuvo bien, tengo que admitirlo. Pero ella repitió: "No es lo que te imaginas, Julián", y yo me ofusqué.. Sangró un poco, nada más.

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