Deng y el futuro
DENG XIAOPING, el hombre clave de la política de China desde la muerte de Mao Zedong acaba de cumplir 90 años. Contrariamente a lo ocurrido en otros países, este líder, que ha acumulado tanto poder como recursos políticos tiene, ha sabido desprenderse de todo cargo oficial. Por tanto, su muerte no planteará ningún problema concreto en orden al nombramiento de nuevas personalidades.Pero abrirá grandes interrogantes por el vacío que dejará en la cúpula china. Dejó hace tiempo la secretaría general del partido y la presidencia de la República, y en 1990 abandonó la de la Comisión Militar del Partido Comunista, órgano máximo de las Fuerzas Armadas. Pero cuanto dice Deng -aunque sea un murmullo que traduce su hija, inseparable de su lado- se convierte en directiva incuestionable que asume todo el partido y se plasma en decisiones políticas esenciales.
¿Qué sucederá a su muerte? La política de esta superpotencia emergente perderá un punto de referencia capital. En este marco de apoyo general a la reforma económica y de paralización de los proyectos de democratización política que afloraron en 1989 existen varias opciones y presumiblemente otras tantas corrientes en la dirección china ante el desarrollo futuro. ¿Poner o no freno al auge capitalista? ¿Combinar el progreso económico con más libertad política o mantener la liberalización económica con el monopolio político comunista? ¿Cómo afrontar probables tendencias centrífugas y tensiones étnicas?
La obra esencial de Deng ha sido lanzar la economía al capitalismo y abrirla al exterior. Las convulsiones en Rusia, donde las reformas se hicieron a la inversa, comenzando por lo político, parecen fortalecer las tesis de Deng. ¿Podrá mantenerse esta contradicción entre lo político y lo económico? Muchos piensan que sí. El sistema político chino converge paulatinamente con ese modelo de autoritarismo asiático que emerge en otros países de la región con éxitos económicos y sin antecedentes comunistas.
En Occidente persisten muchas interrogantes sobre los líderes que aparecen como posibles sucesores de Deng. El que parece ser más firme candidato es Jiang Zemin, que acumula, tres cargos claves: presidente de la República, secretario general del partido y presidente de la Comisión Militar. Pero, con una carrera basada en compromisos entre facciones, puede no contar con apoyos de la rotundidad necesaria para ser el nuevo dirigente máximo.EI jefe de Gobierno, Li Peng, está muy comprometido por la matanza de la plaza de Tiananmen. El odio que despierta en ciertos sectores puede serle un obstáculo insalvable.
Quedan, pues, en la lista de sucesores potenciales el vicepresidente encargado de la economía, Zhu Rongij, alcalde de Shanghal en 1989, que supo diálogar con las manifestaciones estudiantiles. Tiene posibilidades tanto por su papel en la apertura económica como por el ejemplo de flexibilidad que ha dado en su ciudad, convertida en un pujante centro del desarrollo económico. El máximo misterio rodea a Quao Shi actual presidente de la Asamblea Nacional, y cuya carrera se ha desarrollado en cargos internos de partido y en el aparato de la seguridad del Estado. Estos antecedentes no implican necesariamente una mayor tendencia a la represión y quizá sí una mayor información sobre la situación real del país.
Es, sin embargo, muy improbable que ninguno de ellos pueda convertirse en un sustituto real de Deng. El poder de éste ha sido tal que difícilmente podrá asumirlo un líder en solitario. Su poder fue, igual que su personalidad, excepcional. Él abrió el camino a una nueva era en la milenaria historia de China. Otros habrán de continuarlo.
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