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Un perdedor irreductible

Por segunda vez, Cuauhtémoc Cárdenas, de 60 años, una de las figuras políticas ya carismáticas del México actual, no ha podido llegar a la Presidencia de la República. Es un perdedor irreductible. En 1988, cuando iba ganando, se cayó el sistema y el triunfo se lo llevó Carlos Salinas de Gortari. Ahora todo ha sido distinto: las elecciones fueron, por lo que se ve, las más limpias de la historia del país y el proyecto político de este ingeniero de 60 años, muy en la línea de la izquierda convencional, se ha quedado en tercer lugar. Cárdenas exhortó ayer a sus seguidores campesinado y casi toda la intelectualidad mexicana-, a expresar su oposición por el desarrollo de la jornada electoral, que consideró salpicada de incidentes fraudulentos, entre ellos los relativos a las casillas especiales. La protesta ha sido anunciada para el sábado a mediodía en el Zócalo de Ciudad de México y se prevé masiva.La lucha contra el fraude y la democratización del país han sido en estos seis años las dos banderas más ondeadas por este político, hijo de uno de los grandes presidentes de la historia de México, Lázaro Cárdenas. Cuauhtémoc Cárdenas es un hombre de sanas intenciones y con vocación democrática, que algún día tendrá que ser reconocido porque muchos de los cambios ya logrados en México son fruto de su presión.

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Fue él quien provocó al PRI el mayor cisma de su historia cuando, en compañía de otros dirigentes, lo abandonó en 1987 para crear otro partido. Sin embargo, el PRI no le perdonó aquello y su venganza, durante los últimos seis años, ha sido arrinconarlo a un espacio político de izquierda radical. Uno de los pocos telegramas de solidaridad que recibió ayer fue el de su amigo Julio Anguita.

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