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Entrevista:MUJERES

"Sigo con miedo al protagonismo"

Ana Ferrer -detesta el María añadido con que la obsequiamos los cronistas- tiene 35 años, su padre fue juez y, en los últimos meses, ha sobrellevado con paciencia el hecho de instruir el caso más escandaloso de todos los tiempos -el proceso a Luis Roldán- y su primer embarazo. No hablar del caso Roldán -retomará el juicio pasadas las vacaciones y su permiso posparto- ha sido condición previa para esta entrevista. Ferrer, que detesta hallarse en el ojo del huracán, odia que nada empañe la serenidad que precisa para impartir justicia.Pregunta. Parece que persiguió de veras este bebé.

Respuesta. Mucho. Como anteriormente había sufrido tres abortos, todo hacía prever que tendría que descansar mucho.

P. Y no pudo.

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R. No, salvo 15 días al final del tercer mes. El resto del tiempo ya has visto que he estado muy ocupada, aunque bajo estricto control médico, que no estaba yo dispuesta a jugarme a mi niña por nada. La verdad es que me he sentido estupendamente, y como he tenido muy poco tiempo para pensar, no me he neurotizado. Una embarazada no es una enferma. Lo que sí me ha faltado tiempo es para disfrutar de los preparativos.

P. ¿Le apetece reanudar el caso del que se ha ocupado y que no podemos nombrar?

R. ¿En este momento?

P. No, por Dios, cuando se reincorpore.

R. Sí, sí. Profesionalmente es un caso muy interesante, aunque me gustaría pasar un poco más desapercibida para conseguir la serenidad necesaria para hacer las cosas bien. No soy protagonista, yo llevo mi casito...

P. Su casazo, mejor dicho.

R. Bien, mi casazo. Lo llevo lo mejor que puedo, y con toda la dedicacion posible.

P. Durante los meses de dedicación al asunto del que no vamos a hablar, ¿ha dormido bien?

R. Pues algunas noches, no. He vivido tensiones internas, sin duda. El tema es importante, y me ha tenido sometida a tensión personal.

P. ¿Le ha tenido miedo al protagonismo?

R. Sí, es un miedo que sigo teniendo

P. ¿Hay demasiado vedetismo en algunos jueces, o éste es un argumento que difunde el poder porque le están tocando las narices?

R. Puede haber algún caso aislado en que sí haya habido un exceso de publicidad personal. De todas formas, no es fácil mantener la serenidad. En lo que a mí respecta, he sentido el acoso de la prensa, acoso en el buen sentido: me he visto en las primeras páginas de los periódicos sin hacer para ello nada más que instruir un caso que me ha tocado en reparto. No sé si a otros compañeros les pasa lo mismo.

P. En este país, ¿se sigue creyendo que hay una justicia para ricos y otra para pobres?

R. Creo que la justicia es ahora más abierta, el ciudadano se siente más cercano a ella. Al menos, eso es por lo que algunos intentamos luchar. A mí me parece que antes todo el mundo tenía la impresión de que acercarse a un juez era algo prácticamente imposible. Intentamos ir rompiendo poco a poco ésa imagen. Que luego la gente confie es otra cosa. Las últimas estadísticas dicen que no tienen mucha confianza. Eso es algo que depende de la experiencia personal.

P. Sin embargo, se podría acabar creyendo más en los jueces que en los políticos, tras el ejemplo de Italia.

R. Es que todos estos casos de corrupción que se han producido y toda la literatura que ha surgido en tomo ha hecho formarse una idea de prevención respecto a la clase política, y eso me parece que no está bien. Yo creo que cada uno debemos de obtener la confianza propia de nuestras competencias. Es bueno que confien en los jueces, pero también es bueno que conflien en los políticos. Y, sobre todo, en el sistema, que lo formamos todos. Y es el propio sistema el que facilita el resorte para depurar al político o al juez que ha defraudado tu confianza.

P. La gente se queda muy frustrada cuando ve que hay quien sale pagando fianza.

R. En tales casos existe la posibilidad intermedia de fijar una fianza, que tiene que serlo suficientemente gravosa para que a la persona la empuje a no abandonar el país, y lo suficientemente razonable para que no se convierta en un imposible. Y esa fianza es distinta a la que se requiere para la reparación de un perjuicio.

P. ¿Y no hay personajes que se pueden permitir el lujo de pagar y largarse, sea cual sea la magnitud de la fianza?

R. Pues....sí. Claro.

P. ¿Se hizo usted juez porque lo mamó en casa o por más cosas?

R. Sin duda lo mamé, pero me hice juez por más cosas. Somos cuatro hermanos y soy la única que he seguido el camino de mi padre. Es cierto que lo tenía determinado, pero es una convicción que se fue formando conforme hacía la carrera. Me impactó mucho mi paso por el Tribunal de Menores, porque cuando estudiabaísegundo de Derecho estuve trabajando allí, como delegada técnica, haciendo trabajo de campo en el 79.

P. ¿Encontró dificultades, por el hecho de ser mujer?

R. Ha habido momentos en que sí ha sido dificil. Si tenemos en cuenta que la primera magistrada se incorpora en el 76, veremos que es una profesión muy cerrada a las mujeres. La gente se ha integrado más en las ciudades, pero yo he pasado largas temporadas en pueblos, por ejemplo estuve en Linares cuatro años. En esas zonas era más difícil todavía que la gente aceptara la presencia de la mujer. Hubo un caso que me hizo muchísima gracia, en Valdepeñas, que hubo un señor que vino y me dijo: "Mire usted, que yo necesito un juez, pero me han dicho que ya no hay juez, que hay una chica". Desde ese punto de vista sí nos ha costado un poco más a las mujeres. En la ciudad cambia, aunque siempre hay cosas curiosas como cuando voy a hacer una diligencia como juez de guardia e inmediatamente todos se dirigen al forense, que es el único hombre de la comisión, llamándole señoría.

P. ¿Jueces para la Democracia tiene que seguir existiendo?

R. Yo creo que ya todos los jueces son para la democracia, pues trabajan dentro de ella, pero en la asociación se defienden unos valores progresistas en la aplicación de la justicia, que tendrán que existir siempre.

P. ¿Tenía usted una visión idealizada de su profesión antes de ejercerla, o sabía, por familia, lo que vale un peine?

R. No, por casa tenía ya idea de lo que a la gente la echa para atrás: el juez de guardia, la miseria humana que pasa por el juzgado, eso lo tenía ya asimilado.

P. ¿Miseria quiere decir desdicha?

R. Sí. Nadie va al juzgado por nada bueno. Eso te crea muchas veces sentimientos de impotencia, porque hay muchas situaciones que se te escapan. Alguna vez te ofrece la satisfacción de haber conseguido algo, pero desde luego, prima la impotencia.

P. ¿Lo peor que ha visto ahí?

R. Es que no te podría destacar una cosa. Siempre que hay una muerte por dentro, es algo que destroza a la gente. Todo aquello que afecta a los niños, sin duda.

P. ¿No da mucho corte ser juez, erigirse en juez del comportamiento de los demás?

R. Yo creo que de lo primero que tienes que estar convencido es de que no tienes la verdad absoluta, porque eso sería nefasto. Te haría prejuzgar. El juez, realmente, resuelve el conflicto que se le presente. Interpretas la ley, resuelves el conflicto con la ley en la mano, que tiene unos limites que no puedes soslayar, pero con un margen de interpretación. Una idea predeterminada es lo último que supone la justicia.

P. ¿Está a favor de la reinserción?

R. En líneas generales, sí. La reinserción es una de las finalidades del Derecho Penal. Pero también es cierto que es muy dolorosa, sobre todo en lo que afecta a otra de las finalidades del Derecho Penal, que es dar satisfacción a la víctima. Es un equilibrio difícil de conseguir.

P. ¿Cuál es la diferencia entre dar satisfacción y dar venganza?

R. La proporcionalidad. Dar satisfacción es un poco el castigo proporcional, mientras que la venganza es dañar porque tú has sufrido.

P. ¿Está a favor de la implantación del jurado?

R. Por una parte, es necesaria y siempre la hemos defendido desde la asociación, pero por otra parte, es muy complicada. Primero, veo complicado el compromiso personal, y después, creo que con los tiempos que corren -o quizás en todos los tiempos- podría ser emocionalmente complicado en delitos sexuales, que siendo tan repugnantes para cualquiera hay momentos en que se pierde totalmente el equilibrio. Lo que no es posible el linchamiento, ni popular ni legal, del violador, por mucho que repugne. Tenemos aún mucho camino que recorrer.

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