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Cien años de matarratas

El parque de desinfección cumple su centenario erradicando insectos y roedores

Los trombones de la banda municipal son uno de los muchos clientes que se han beneficiado de las asépticas friegas del Parque de Desinfección. Durante una centuria este servicio municipal igual ha combatido, el cólera. que se ha enfrentado a ejércitos de piojos.Los instrumentos de la orquesta madrileña dejaron de pasar por la cámara de gas a finales de los 50. Más recientemente, durante el pasado mes de julio, los trabajadores del Parque de Desinfección, dependiente del área municipal de Sanidad, han librado su batalla contra las ratas de 1.249 calles de la ciudad. "Si no fuera por las ratas nos asfixiaríamos con el olor de las alcantarillas y habría que marcharse de Madrid. Hay que controlarlas, pero no eliminarlas porque ellas se comen nuestros desperdicios e impiden que se pudran", explica Jaime Comunión, director del Parque de Desinfección.

La historia del parque comenzó con una epidemia de cólera que barría Europa en el año 1894. Se crearon los puestos de desinfección que luchaban contra las ratas, propagadoras de la enfermedad.

Pero fue la epidemia de tifus exantemático de 1922 la que propició la instalación de una unidad de despiojamiento y el consiguiente auge del servicio. Las picaduras de los piojos de cuerpo y de pelo transmitían la enfermedad y para combatirlos se creó el cuerpo de despiojadoras. En aquellos tiempos de tímida higiene se utilizaba un derivado del ácido cianhídrico para desinfectar las ropas de piojos y a las personas afectadas se les duchaba con jabón.,

Las despiojadoras municipales se harían habituales en los año! 70 en los colegios de la capital, donde acudían periódicamente provistas de lendreras (peines muy finos) para estirpar los parásitos de cabezas de los escolares. "Las melenas que se pusieron de moda a partir de los años 60 originaron un recrudecimiento de los piojos, y tuvimos mucho trabajo", recuerda Comunión.

El Parque de Desinfección ocupa en la actualidad una antigua casa de baños de Vallecas. Allí descansan las armas que los 12 fumigadores utilizan: cañones con un motor de gasolina que impulsa a presión el insecticida para que llegue a todos los rincones. La plantilla se completa con dos veterinarios, que vigilan el uso de los plaguicidas, en los que se gastan entre 50 y 60 millones anuales. Sus servicios son más económicos que las empresas privadas (unas siete pesetas el metro lineal contra cucarachas), pero no siempre pueden atender todas las peticiones.

Entre los venenos empleados para matar a las ratas están los derivados de la hidroxicumarina, un anticoagulante que provoca hemorragias internas en las ratas, que mueren de anemia. Este compuesto sustituye a la clásica estricnina que al ser de acción muy rápida era adivinada por los roedores. Con el nuevo producto, la muerte llega cinco días después de la ingestión y las ratas no identifican esa comida con los fallecimientos de sus congéneres y siguen picando. La periferia de Madrid es la zona que más sufre la presencia de ratas, mientras que en el centro no suelen salir de, las alcantarillas.

De todas las misiones a las que se han de enfrentar los aplicadores, la más ingrata es la limpieza de, viviendas por orden judicial tras el levantamiento de un cadáver o un desahucio. "Los trapos, desperdicios y escrementos llegan a veces hasta la cintura de los operarios cuando entran en algunas casas de estos fallecidos", indica Jaime Comunión. Se llama al servicio de desinfectación en los casos que ancianos que mueren sólos y su cadáver se pudre durante días antes de que alguien se percate. En estos casos es necesario desinfectar la habitación donde ha permanecido- el cuerpo.

Los colegios son también otro del los objetivos de los fumigadores municipales. En julio se han desinsectado cien de los 338 colegios municipales con un insecticida que libra las aulas de cucarachas, mosquitos y hormigas.

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