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La precarización del paro

El número de parados cae y el de contratados aumenta. La tan anunciada reanimación de la economía y la pequeña reforma de la contratación laboral están produciendo su efecto. Se oyen los gritos de contento de los liberales del Gobierno emboscados en el Ministerio de Economía y Hacienda. ¿De qué se alegrarán, se preguntará más de uno, si todo eso no va a servir para que el PSOE gane las próximas elecciones?Yo conozco bien a esos liberales y tengo por ellos respeto y simpatía. No son electoralistas. Su inocencia política quedó probada con la confesión del ministro Solbes, en plena campaña de las elecciones europeas, de que el sistema de pensiones terminaría mal. Los liberales del Gobierno se alegran por un motivo más humano: esperan que el aumento de las colocaciones cierre la boca a la izquierda ideológicamente desorientada y a la masa sindical verticalmente nostálgica.

Los liberales se equivocan. Los sindicatos denuncian las colocaciones como "empleo precario" y se resisten a mayores reformas del mercado de trabajo porque "eso va a precarizar aún más el trabajo". ¡Feo verbo "precarizar"! Recuerdo de mis lejanos estudios de botánica que debemos clasificar los árboles en plantas de hoja perenne y de, hoja caduca. Más poesía y mejor retórica sería que denunciasen el nuevo empleo por "caduco". También denuestan los sindicatos la pretensión de la patronal y el gobierno de "flexibilizar las plantillas". Cuando yo era más joven e iletrado creía que esa expresión aludía a algún defecto de la confección de calzado. Ahora sé que se trata de conseguir que el empleo sea perenne.

No indica mi disputa con los sindicatos y su condena de los empleos caducos una diferencia de opinión sobre el paro. Todos queremos que la cifra de parados sea la menor posible. Pocas tragedias humanas tan graves hay como la de quien se queda sin trabajo cuando tiene que sostener una familia, especialmente si es mujer sola. Y ¿qué decir de los jóvenes que, con pocos y malos estudios, no acaban de encontrar una colocación y vana la deriva hacia no sé qué droga o delito? En lo que no estamos de acuerdo en los medios para conseguir ese fin deseado por todos.

La nota difundida por el Gobierno acaba de anunciar la caída del paro por quinto mes consecutivo. Según la estadística del Inem en julio disminuyó el número de desempleados inscritos en las oficinas de empleo en 84.793. personas, el descenso mayor en 17 años. La nota difundida destaca con tono de alguna satisfacción que en los últimos seis meses la cifra de paro registrado ha caído en 210.000 personas, precisamente desde que se promulgó el decreto-ley que reformaba parcialmente la contratación. Es cierto que la tasa de desempleo, según este cálculo, se sitúa aún en un 22,9% de la población activa. Pero hay motivo de satisfacción.

Daré tres cifras más. De los 543.605 colocados en junio, 108.316 han conseguido trabajo en alguna de las modalidades introducidas por el decreto-ley de marras, es decir con contratos de aprendizaje, de prácticas o a tiempo parcial. En total desde que se introdujo la modalidad del aprendizaje, son 134.730 los jóvenes que han encontrado trabajo para aprender. Los sindicatos dirán misa, pero todos estos trabajadores estarán encantados de haber encontrado un empleo caduco, para que su paro deje de ser perenne.

Los sindicalistas chapados a la antigua deben saber que, en este mundo moderno y traidor, ya no es de plantilla fija ni el matrimonio. Cuando se pretende que las empresas mantengan a sus empleados, truene, llueva o haga sol, trabajen o huelguen según les venga en gana, el resultado tiene que ser contraproducente. Las empresas serán menos productivas y menos competitivas. Los empresarios no pensarán más que en sustituir las personas por máquinas automáticas. El paro alcanzará las proporciones que aún tiene en España. No me refiero a la tasa actual, sino a que con nuestras leyes de trabajo hemos conseguido que no baje la proporción de parados del 16% ni en los mejores tiempos.

Vaya, cité otra cifra. No puedo resistirme. Por ejemplo, encuentro deprimente que el 32% de los nuevos aprendices no sea ni graduado escolar. ¿Tan mal funciona nuestra educación obligatoria que una proporción desmedida de una muestra de jóvenes tan amplia no haya acabado sus estudios elementales? Es cierto que la muestra está sesgada, pues tenderán al aprendizaje los que nada han aprendido. Por fin les van a enseñar algo útil. Les deseo lo mejor, pues han conseguido precarizar su desempleo.

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