Cuba
Primero les jodimos los españoles -en Cuba no quedó ni un nativo; la tuvimos que repoblar con esclavos-, a continuación les jodió Norteamérica, Batista les siguió jodiendo -bien jodidos: un maestro-, ahora les jode Fidel Castro -lleva una temporada, el tiranosaurio-, y todo está a punto, me temo, para que Miami les dé el colofón de la jodienda.Los verdaderos sátrapas de América Latina son esos intelectuales que, viviendo en Londres, o París, o Madrid, mientras sus países se desangran en democracias estrictamente vigiladas por el Fondo Monetario Internacional, jamás han dicho una palabra en contra, por ejemplo, de la satrapía vitalicia de Joaquín Balaguer, presidente de la República Dominicana, que acaba de perpetuarse con un pucherazo, electoral ante las barbas de la comunidad internacional y sus impotentes observadores.
Tampoco se les escucha levantar la voz en favor de las comunidades indígenas, ni de los rotos que su amado Pinochet -ese campeón de la libertad de bolsillo- dejó detrás, por no hablar de los muertos. Nada nos cuentan de las huelgas que se están produciendo en Ecuador, ni de la situación de los mineros de Bolivia, ni del descontento que crece en el norte de Argentina. Los niños descalzos y las putas, por una cena sólo están en La Habana, según ellos.
Ellos y muchos otros se arrojan ahora, como los buitres, sobre lo que está ocurriendo en Cuba. Sospecho que, detrás de su saña, hay muchos rencores personales, pero, sobre todo, hay un rencor de clase. No basta con que no triunfara la revolución: hay que arrancarla hasta las raíces.
Fidel se equivocó en la aplicación, pero tenía razón cuando se levantó en armas. Es la diferencia: Miami nunca tuvo ni tendrá razón.
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