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Aurrulaque 94

Quizá Aurrulaque le suene a algunos. A pocos o a muchos, no lo sé, según se mire. Así se llama a los montes cercanos a Siete Picos de Cercedilla. Aurrulaque, una palabra de resonancias vascas en un pueblo de la sierra madrileña, desde hace algunos años. es algo más, hemos querido que sea algo más, un encuentro, un día con un significado especial que trataré de explicar. Muchos madrileños no conocen los nombres de los lugares de su sierra. Ni de los animales, ni de los árboles, ni de las flores. Van y vienen, y miran con indiferencia. Desde algunas calles de Madrid se pueden ver los montes a lo lejos, unos montes que tienen mucha importancia para esta ciudad, y sabemos poco o nada de ellos.Conocer y querer la naturaleza de la sierra, andar con otro ritmo, sentir el sabor, el color, los sonidos, el silencio, los olores, en todo esto estuvo el origen del Aurrulaque, éste es el sentido que hemos querido darle cada año. En la vertiente sur de Siete Picos hay una pradera, un lugar precioso, Navarrulaque, allí acudimos todos los años. Pero antes hay que andar, hacer camino, cansarse un poco, merecerlo. Y empezar desde abajo, claro, desde el principio. Hace algunos años el Ayuntamiento y la Fundación Cultural de Cercedilla con la Agencia del Medio Ambiente de la comunidad pusieron en marcha una iniciativa a la que dieron un nombre singular, Aurrulaque. Porque se trataba de algo especial, una convocatoria que podría parecer disuasoria para mucha gente: andar por la sierra sin más, es decir, sin radios, sin parrilladas, sin neveras, sin coches. Y para algunos ir a la sierra sin este tipo de equipajes no tiene sentido. Lo importante se les queda en el camino. Pero al Aurrulaque se va con un equipaje diferente. Cada uno con el suyo, naturalmente, y con un peso distinto, intangible.

. La convocatoria de Aurrulaque es una forma de animar a la gente a subir, por distintas sendas, cada uno según sus gustos o según sus posibilidades físicas, a la pradera de Navarrulaque, a ese precioso lugar en donde todavía hoy se pueden encontrar frambuesas, algún tejo e, incluso, los más exquisitos hallarán, si se lo proponen, algún ejemplar de un lirio martagón. Una vez allí, todos los que hemos llegado, cansados, unos más que otros, y felices, hacemos un gesto de amor a lo que es nuestro, sin título de propiedad, nuestro porque lo queremos. Alguien lee un manifiesto, que es una manera como otra cualquiera de dar solemnidad a un gesto, un manifiesto natural, leído naturalmente, entre amigos. Y dejamos un recuerdo simbólico, que refleja el espíritu de la convocatoria de ese año, con valor permanente, al menos para los que allí estamos. Así han quedado los miradores de Vicente Aleixandre y Luis Rosales, el monumento a los primeros caminantes de la sierra, de Pablo Maojo, el refugio de Navarrulaque y, el más reciente, "el descanso de González Bernáldez" en re cuerdo de ese profesor madrileño que fue tan buen defensor de la sierra y tan amigo de todos.

Desde que empezó, hace ya unos cuantos años, el Aurrulaque de cada año ha pretendido ser una invitación a ver y a vivir la naturaleza de una forma distinta. Distinta no porque hubiésemos descubierto nada nuevo, sino más bien al contrario, distinta porque empezaba a ser poco habitual, y eso nos preocupa. Parecía que ver y vivir la naturaleza era dificil sin nevera o radio portátiles. Aurrulaque ha tratado de recordar cada año algo de esto, ha tratado de invertir esa tendencia que llevaban los tiempos, que lo habitual empezase a ser lo otro. Y creo que algo se ha conseguido.

Porque hoy ese espíritu, esa forma de andar por la sierra, la observamos con más frecuencia. Es fácil de ver. Gente que llega, gente que mira, gente que habla, gente que camina, gente que descansa, gente que come y no deja huella, gente, en definitiva, que tiene una relación natural con la sierra. Algo se ha conseguido. Es verdad que al ruiseñor se lo han llevado varias veces, es verdad que los libros han desaparecido al poco tiempo de haberlos dejado. Es verdad que entre el deseo y la realidad hay una distancia. No importa, seguiremos. Porque siempre hay alguien en los miradores, y esto también. es verdad. Algo ha cambiado, con todo, para bien.

Sólo hay un Aurrulaque cada año, un recuerdo, un acto simbólico, pero cada vez son más los que se montan su propio Aurrulaque durante todo el año. Hemos convertido nuestra vida en un deporte muy duro, y nos dicen que paliemos sus efectos con una bebida. Se equivocan,- el camino está en otra parte. Nos veremos en el monte, cuantas más veces mejor, y beberemos del agua de las fuentes de la sierra. Y Madrid, nuestro Madrid, se refrescará y se aireará también un poco. Que falta le hace.

es presidente de Amigos de la Sierra de Guadarrama.

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