"Las psicodrogas tienen un gran futuro"
Entre los 10 psicólogos más importantes del mundo, la sociedad médica reconoce a Martin Seligman. Nacido en Albany (Nueva York) hace 52 años, es catedrático en la Universidad de Pensilvania y autor de media docena de libros clave sobre la depresión y la indefensión. Indefensión (Debate, 1981). Modelos experimentales de psicopatología (Alhambra Universidad, 1983) y El optimismo se adquiere (Atlántida, 1990) han sido títulos traducidos al castellano.Los análisis sobre los problemas que provoca la acentuación actual del individualismo, la plaga de la depresión creciente entre los jóvenes, el malestar femenino derivado de las exigencias sobre el peso ideal, la dificultad de lograr ideas y apo yos comunitarios, políticos o religiosos y la pérdida de autoestima forman parte de sus temas preferidos.
Pregunta. ¿Por qué cada vez hay más gente deprimida?
Respuesta. No solamente existe mucha más gente deprimida. Los jóvenes, de edades comprendidas entre los 20 y los 30 años registran un número de casos de depresión 10 veces más alto que la generación anterior. En mi generación, la media de los pacientes con depresión era de 28 años; ahora la media es de menos de 15 años. Y éste es un fenómeno propio de los países ricos. En Estados Unidos, por ejemplo, la tensión para lograr el éxito y el miedo al fracaso son junto al individualismo dos factores clave en el desencadenamiento de la depresión. En Estados Unidos falta sentimiento comunitario. Cuando se fracasa no se dispone de la reserva espiritual que representa la familia, la colectividad, la religión.
P. Las mujeres se deprimen notablemente más que los hombres, según los estudios. ¿A qué atribuye esta diferencia?
R. En primer lugar hay que tener en cuenta dos premisas: una es que siempre se deprime más quien estuvo deprimido antes y, dos, toda visión pesimista tiende a llevar a la depresión. Teniendo esto en cuenta, la mujer se deprime más y no por razones biológicas ni por una peor calidad de vida. Existen mujeres con altos ingresos que registran índices de depresión muy superiores a sus pares masculinos. Mi explicación es la siguiente: siendo la depresión una patología del pensamiento, las mujeres rumian más sus problemas. Cuando las cosas van mal, la mujer se recluye en sí misma y piensa, el hombre hace algo: actúa, se emborra cha. En segundo lugar, las mujeres han venido siendo adiestradas en el aprendizaje del desamparo. En la infancia los niños son impulsados a resolver sus problemas, mientras las niñas deben aceptar la contrariedad. Finalmente, la pretensión de la delgadez es el tercero y el gran factor que provoca la depresión femenina. El modelo ideal de la mujer que divulgan los medios de comunicación ha ido adelgazando en los últimos años. Como consecuencia, el peso ideal se ha hecho cada vez más inalcanzable. No en todas las culturas existe este modelo de la delgadez. Ni en Birmania, ni en Uganda o en la India existe el prototipo de la mujer delgada y, en esos lugares, el coeficiente de depresión es idéntico entre hombres y mujeres. Un poco de peso de más es mucho más saludable que observar una dieta.
P. ¿Exite más depresión por tanto en las vísperas de los veranos?
R. Es buena pregunta, pero no conozco ningún estudio que lo haya investigado.
P. En sus investigaciones resulta que la depresión es una enfermedad en buena parte hereditaria.
R. La genética aporta al menos un 50% de predisposición para deprimirse, pero los pacientes están en condiciones de combatir esa inclinación.
P. ¿En realidad qué podemos cambiar y qué no podemos cambiar en nosotros según el mismo título de su último libro?
R. No se puede cambiar la homosexualidad o la transexualidad. Se puede orientar en una dirección la bisexualidad; se puede curar la impotencia y la falta de deseo sexual. A los pacientes puede decírseles hoy que la probabilidad de cambiar una transexualidad es igual a cero. Una adicción al alcohol o a las drogas puede curarse en un 35% de los casos. Una depresión se cura en un 50%, las fobias, en un 70% y el pánico, en un 90%.
P. La adicción al alcohol y a las drogas tiene un componente hereditario también.
R. Un 50% de los hijos de adictos poseen una predisposición varias veces superior a los otros, pero no por ello se convierten inexorablemente en adictos.
R. Usted se hizo famoso hace unos años con su libro El optimismo se adquiere. ¿Cómo se aprende a ser optimista?
R. El primer paso es reconocer que siendo pesimista se osee un pensamiento catastrofista. Una vez que esto se reconoce se puede atacar la tendencia tratándolo como una voz externa. Mi tesis es que existe un pensamiento explicativo de los hechos de carácter optimista y otro de carácter pesimista. Fue tratando la depresión como llegué a vislumbar la posibilidad de curación cambiando las formas de explicar los acontecimientos.
P. En general utilizamos la idea de que el optimista es necio mientras los verdaderamente inteligentes son ante todo pesimistas.
R. Esto es simplemente tina moda. En Estados Unidos a lo largo de la mayor parte de su historia literaria y filosófica seha reflejado optimismo. No creo que una mayor productividad intelectual se alcance siendo pesimista. El pesimismo conduce a la desesperanza y la pasividad. En mi país, sólo después de la II Guerra Mundial, se instaló una idea triste de la existencia. Pero que el pensamiento triste sea actitud correcta y el happy end unáficción carece de base. Tanto una como otra disposición poseen el mismo grado de realidad. La realidad es neutral; la tristeza no es más real que la felicidad. Ambas son posturas y es casi siempre mayor el coste que se deriva de ser pesimista. Ésta es la base de mi psicoterapia.
P. De todas formas, en su psicoterapia, usted parece haber evolucionado desde unos planteamientos conductistas a otros de mayor base biológica. Ahora parece más partidario de las drogas para curar las enfermedades psíquicas.
R. Desde los años sesenta me he considerado mitad evolucionista y mitad biologista. Me tengo a mí mismo como biosocial; pero si me pregunta usted por el desarrollo actual de las psicodrogas no cabe duda que tendrán un gran futuro. Muchas de ellas, tanto las dirigidas a combatir la ansiedad como los antidepresivos, son cosméticos en la medida en que suspendido el tratamiento se regresa a los anteriores síntomas pero, como es el caso del Prozac, del que tanto se habla, cambian la personalidad, incrementan la confianza en sí mismo, aumentan la felicidad. La industria farmacológica en este campo mueve ya unos 30.000 millones de dólares y no cesará de crecer. Probablemente, desplazará en buena parte a los psicólogos en el tratamiento de las enfermedades psíquicas. Los pacientes ricos se convertirán en una élite que podrá acceder a la psicoterapia, mientras la mayoría de la población con problemas psíquicos se valdrá, en el próximo futuro, de la muy rentable industria cosmética de los psicofármacos.
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