_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De Panamá a Moscú

EL GOBIERNO ruso, después de meses de vacilación, ha optado por la mano dura frente al fenómeno de la sociedad financiera MMM, que ha embaucado a millones de rusos haciéndoles concebir falsas esperanzas de enriquecimiento. El presidente de MMM, Serguéi Mavrodi, fue detenido la semana pasada acusado de fraude fiscal. La policía también entró en el local de MMM, entre los silbidos de unas 5.000 personas congregadas ante la empresa con la esperanza de recuperar algo de unas acciones cuyo valor se ha esfumado en las últimas semanas.El caso de MMM pone de relieve hasta qué punto se dan ahora en Rusia experiencias que recuerdan los fenómenos más famosos de las operaciones fraudulentas que en el siglo pasado y comienzos del actual salpicaron la vida de un capitalismo financiero naciente. Se ha comparado, por ejemplo, el caso de MMM con el famoso, caso Panamá, en el que muchos jubilados franceses perdieron sus ahorros a principios de siglo. Pero en el engaño de la Panamá existía al menos alguna actividad constructora concreta. En el MMM se trata de especulación pura; ha sido un simple despliegue de propaganda que ha logrado convencer a millones de rusos (de 10 a 40 millones según las fuentes) de confiar su dinero a una empresa fantasmal, que sólo ofrecía unas ganancias rápidas sin explicar siquiera el procedimiento para ello. Este caso de MMM no es único en Rusia: hay otras compañías, como Telemarket, que usan el mismo procedimiento. Es un método calificado "de pirámide", ya conocido hace tiempo: las acciones se venden con la promesa de que su valor subirá verticalmente: el número creciente de nuevos compradores permite pagar a los que piden ser desembolsados. Así se puede seguir durante bastante tiempo, a condición de que el flujo de las compras no se interrumpa.

Dos factores explican que una operación como ésta haya podido realizarse: por un lado, la pasividad del Gobierno, que no ha hecho nada para establecer un mínimo marco legal para los negocios financieros. Por otro, la confianza bobalicona despertada en la población rusa por la idea de que con el capitalismo todo es posible. Y de hecho, durante mucho tiempo la confianza de los accionistas en MMM era mayor que en las declaraciones del Gobierno. Cuando éste dijo que MMM era una operación ilegal, algunos pensa ron que sería la condena a muerte de la operación. No ocurrió así: ante la caída vertical de las acciones, muchos poseedores de éstas han creado una asociación confiando en que obtendrían un reembolso decente. La MMM anuncio que empezaría indemnizando a las personas más necesitadas, como inválidos y juibilados. Y el presidente de MMM amenazó con convocar un referéndum, apoyándose en la masa de sus accionistas, para derribar al Gobierno.

Muchos rasgos de este caso parecen de una novela fantástica, sin embargo, refleja una realidad profundamente trágica en la mentalidad de la sociedad rusa: por un lado, un grado tal de desconcierto que la gente se agarra a cualquier aventurero con la esperanza de ganar dinero, que es lo único que importa. Por otro, un desprecio tal a las autoridades legales que prefieren confiar en un aventurero como ese Mavrodi que en un ministro o un jefe de Gobierno. Probablemente, con Mavrodi en la cárcel, el tinglado de MMM se va a desfondar. Pero la gran amenaza para el Gobierno ruso es que mucha gente le culpe de la caída de las acciones y le exija que asuma la responsabilidad de compensar a las personas que queden arruinadas.

En el trasfondo de la aventura de MMM (y de otras semejantes) está una realidad económica sumamente angustiosa. La producción desciende y la situación de los trabajadores se hace cada vez más insostenible. En unas 33.000 empresas, los obreros no han cobrado ningún salario desde hace meses, acumulando un endeudamiento de unos 3,4 trillones de rublos. El jefe del Gobierno, Chernomirdin, subió al poder anunciando que el Estado seguiría subvencionando a las grandes empresas; pero, obligado a cortar gastos para reducir la inflación, el resultado actual de su política es acelerar la ruina de empresas, y con ella, el aumento de las bolsas de pobreza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_