"Ahora valoro más la libertad"
Tras el aspecto de una amable ama de casa asturiana se esconde una. tenaz mujer de la boriosa biografía. Paz Fernández Felgueroso, secretaria de Estado de Asuntos Penitenciarios desde el último diciembre, nació en 1937. Cuando la guerra, su familia, muy de derechas -con un abuelo que hizo fortuna y se quedó en La Habana, y otro que, empezando de nada, acabó pro pietario de, la famosa mina La Camocha-, dejó la roja Asturias para establecerse en zona nacional, en San Sebastián. Por tener, hasta tuvo una mademoiselle francesa, es decir, una niñera. Pero sus primeros trabajos como asistente social y sus relaciones en el extranjero la derivaron ha cia el socialismo. Se casó con un farmacéutico que entonces era del PCE y estudió Derecho mientras tenía a los dos últimos de sus cuatro hijos.Pregunta. ¿Quién se sienta en ese sillón? ¿La abogada, la socialista, la hija de familia de derechas, la funcionaria?
Respuesta. Todas un poco, menos la funcionaria, que nunca lo he sido. Soy el resultado de todas las vivencias y batallas anteriores.
P. ¿Incluido el feminismo?
R. Cuando terminé Derecho me integré inicialmente en el Colegio de Abogados de Gijón, en el año 73, y hasta tal punto no había hábito de mujeres juristas -ahora son más que los varones colegiados-, que en los estatutos se decía que las mujeres podrán ser admitidas al ejercicio de la profesión". Evidentemente, eso se cambió en la primera reunión a la que pude asistir. Tenía que luchar contra dos cosas. Primera, no tener antecedentes familiares en la profesión, algo que en aquel momento valía mucho, y segunda, ganarme la confianza de los clientes y el respeto de los jueces. Yo en el feminismo batallé desde él 67-68, que para trabajar como grupo feminista tenías que crear asociaciones. Soy una de las cofundadoras de la entonces llamada Asociación Democrática de Asturias. Y para mí siempre ha sido un factor fundamental, para aceptar los sucesivos cargos públicos, la batalla permanente para que las mujeres tengan puestos de responsabilidad.
P. ¿Y ser mujer marca alguna diferencia?
R. Yo creo que sí. Es difícil decir en qué, probablemente no se nota en los objetivos, pero sí en la manera de enfocar o entender o interpretar.
P. ¿Ha visitado las prisiones?
R. Sí, bastantes. Tengo la intención de ir recorriendo el mayor número posible.
P. ¿Es la típica visita-anunciada, que da tiempo a que lo preparen todo para cuando llega?
R. En. general aviso con un tiempo mínimo, que no les da tiempo. Pero yo conozco la calidad de nuestras cárceles por dos factores: uno, por la visita directa, anteriormente, como abogada, y también porque recibo numerosísimas cartas de reclusos.
P. ¿Cuáles son los principales problemas para los presos, según esas cartas?
R. Muchos de ellos te cuentan que se sienten injustamente condenados: que no fui yo, fue un amigo. Otros se dirigen a mí equívocadamente, pidiendo ser indultados, y, en general, solicitan, que se los traslade a una prisión más cercana a su familia. También solicitan que se los traslade al tercer grado.
P. ¿Le escribió Amedo para pedír selo?
R. No. Nunca. Jamás.
P. Parece que las prisiones tienen difícil arreglo.
R. Hay ambivalencias y contradicciones tremendas. Por una parte, la sociedad demanda una mejora, porque las cárceles tienen que ofrecer mejores condiciones, sobre todo para la formación en el trabajo, y para que el recluso salga mejor que cuando entró, pero, por otro lado, hay una insolidaridad social que se demuestra no sólo en las protestas ante la localización de las nuevas prisiones, sino en todo: frente a los dispositivos contra la drogadicción y cualquier actividad de la Administración o incluso de organizaciones privadas relacionadas con estos segmentos.
P. Hay gente que cree que los presos tienen que fastidiarse y que no vale la pena gastar en ellos.
R. Espero que sea una parte pequeña de la sociedad, aunque no estoy nada segura. En esa opinión pendular hay gente que dice que las cárceles nos cuestan mucho dinero porque la gente dentro está demasiado bien. Y otros que creen que la privación de libertad ya es bastante, y que hay otros derechos que están en el texto constitucional. Es duro alcanzar los objetivos y no es fácil cambiar la, realidad en poco tiempo.
P. Hay luego esa sensación de que, si vas a la cárcel, cuando salgas ya no te va a ir bien en la vida.
R. Estadísticamente, en un porcentaje alto, eso se produce. El dato positivo es que eso sucede cuando se ingresa muy joven en prisión. Por fortuna, ha habido un deslizamiento en la edad, antes la mayoría entraba a los 17-18 años, y ahora es a los 27-28, y éstos tienen más posibilidades de reinserción. Creo que este retraso tiene que ver con la universalización de la formación.
P. Como mujer y madre, ¿qué le parece que haya muchachos en la cárcel por haberse negado a hacer la mil¡?
R. Tengo un solo hijo varón y es objetor. Lo que pasa es que yo creo que hay una. diferencia importante entre los objetores y los insumisos, pero, en todo caso, la proposición del nuevo Código Penal es mantener la tipificación de la insumisión, pero sin penas de prisión. Creo que a los objetores hay que propiciar el que puedan cumplir la prestación social sustitutoria.
P. Esa tontería de haber propuesto quitarles a los insumisos el carné de conducir, ¿no cree que sería más justo que se lo arrebataran a los médicos que ejercen en centros públicos y se niegan a practicar abortos?
R. Eh... Creo que, tal como va el nuevo texto, en los supuestos en que haya riesgo, no se les va a permitir objetar, pero sí. Es una opinión muy personal, pero la comparto.
P. ¿Se lleva los problemas a casa?
R. Cuando son muy amargos, de fallecimientos, de suicidios, a veces es difícil, pero yo, generalmente, en mis diversos trabajos y funciones, he conseguido desconectar bastante. Soy una persona que duermo muy bien. Racionalizo de tal manera que puedo tener una relación distendida con mi familia. Pero sería frívolo desconectar totalmente.
P. ¿Desde que está en este departamento, ha hecho una reflexión nueva acerca de la libertad?
R. Valoro mucho más no sólo la libertad, sino el haber tenido en la vida oportunidades que no hayan desembocado en su privación.
P. Porque es verdad eso de que uno se tuerce según el medio en el que le ha tocado vivir.
R. Sí, y te estremece. Creo que es bueno, porque sería terrible volverse insensible, que por muchas prisiones que visites, siempre sientes la amargura. La verdad es que lo peor es la incidencia terrorífica del tema de la droga. El conjunto de personas que están, bien por tráfico o por consumo y tráfico y delito, es espectacular.
P. ¿Cuál es el principal problema en las cárceles de mujeres?
R. El hacinamiento, que es terrible. Pero, al mismo tiempo, es curioso que sean las presas quienes responden mejor a las actividades, a los estímulos, planes de estudio, de trabajo: Y son quienes mejor conviven en las celdas.
P. ¿Qué hace para entretenerse?
R. Me gusta bastante caminar, hacer excursiones; en cuanto. puedo me voy a Asturias.
P. ¿Lo va a hacer este verano?
R. Eso no lo puedo contestar, por motivos de seguridad. La continua protección es lo que peor llevo.
P. ¿Y qué piensa su marido?
R. Lo lleva muy bien. Mi marido, que es farmacéutico, por su conciencia política, desde hace mucho tiempo ha sido un animador de mis sucesivos trabajos en la Administración.
P. Y sus hijos, ¿a qué se dedican?
R. Tengo una hija pedagoga y psicóloga que está trabajando en temas de inserción social en Cataluña; otra licenciada en Derecho, como yo, y los pequeños, que son más prácticos, han visto que la farmacia es un buen negocio y estudian para quedarse con ella. Las dos mayores han estado siempre más en la órbita de lo que es ahora Izquierda Unida. O PSOE, no siempre han mantenido el mismo voto. Los pequeños tienen menos conciencia de participación política. La mayor cortó cana en Cuba y fue cooperante en Nicaragua.
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