FELICIANO FIDALGO Loredo: los Revenga
Amar es adorar, idolatrar, afeccionar, querer, apreciar, encapricharse, estimar, bienquerer...".El mar se oye en Loredo; dice la leyenda que justo al lado de Loredo había una islita, y en la islita un monasterio; y los monjes, de tanto oír al mar, acababan trastornados, y abandonaron la islita. Loredo en invierno anda por los 500 habitantes y hasta 10.000 acampan aquí en agosto por causa del rito del veraneo. Son afamados los acantilados de Loredo, para pescar pulpos, percebes y jargos. En Loredo, a 25 minutos de Santander de no fastidiar los atascos de la civilización de la comunicación han echado raíces los Revenga, Bibiana, Bibi mejor, y Luis. En Santander, naturalmente, tienen su casa a unos metros de El Sardinero. Bibi, por un quítame esas pajas, te suelta con autoridad inapelable: "Somos de Santander y no hay más que hablar". Luis no lo dice así, pero se lo escucha a Bibi con ley. Luis Revenga es abogado de campanillas en esta tierruca; de origen leonés, pero por razones de amor y de inteligencia con Bibi es un modelo de foráneo integrado y aceptado. Y ahora, con dos hijas, María del Mar y Paloma, y un hijo de dos años, bautizado Luis también, "para que vamos a contar", exclama Bibi al tiempo que amorosamente le limpia los cristales de las gafas, muy modernas, de Luis.
Esta noche nos han convidado a cenar en su finca de Loredo.descontrolada porque la desborda el ansia de ver a su hija Paloma, que llega mañana de Cramleígh (Inglaterra), donde ha perfeccionado el inglés; María del Mar, que ya hermosea su entorno con sus 16 años, se aplica también para torear con el I love you en las cercanías de Wimbledon en el Zedar Court, un colegio de la institución teresiana. Cuando todos se juntan en el palomar de Loredo, el niño coge judías verdes para el puré con su abuelo Emilio Nieto, acompañado siempre de una adorable señora que es su esposa y se llama Consuelo.
Paseamos un trecho, tomamos un algo en Pedreña, en el Real Club de Golf, donde Severiano Ballesteros fue cady; ahora es socio de honor y viene a entrenarse aquí; este millón de metros cuadrados sembrado de agujeros, con calles definidas por pinos centenarios es el morro del monte Cotrajón y acaba en el mar. Del otro lado del mar, que es la bahía, se percibe entre brumas Santander, coronado por un fantasma blanco y bello: es el hotel Real. Bibi desgrana su vida en Loredo: en invierno, la chimenea, el cafetín, las cartucas, el mus; en primavera se cogen flores; en verano es el desmadre, las patatinas con chorizo que guisa Luis y, al final, llega la época de las moras; en otoño, pasear, no hay ni un veraneante. Bibi, ahora, recita: "Santander es la ciudad de mi vida, España es mi país... ".
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