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La reforma sanitaria de Clinton alcanza la recta final con grave riesgo de fracaso

Hoy llega a Washington el 'autobús de la salud' capitaneado por Hillary Rodham

Antonio Caño

Olvídense de todo lo demás que leen en los periódicos sobre Estados Unidos. El trabajo de esta Administración norteamericana se resume en dos palabras: reforma sanitaria. A veces, da la impresión de que Bill Clinton puede equivocarse en todas sus otras decisiones; si tiene éxito en la reforma, su paso por la Casa Blanca estará justificado, y su reelección en el bolsillo. El problema para Clinton es que esta batalla está aún muy lejos de ser ganada. Hoy precisamente llega a Washington el autobús de la salud con Hillary Rodham al frente, en campaña de promoción de la reforma.

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Cuatro alternativas diferentes

La consecución de la reforma sanitaria está más lejos de lo que cabía prever, y hasta es posible que demasiado lejos como para que el presidente pueda sacarle la rentabilidad política que desea. De hecho, es muy probable que el plan de reforma de Clinton, tal y como él lo concibió y lo presentó en un principio, haya quedado ya en el recuerdo.Otras alternativas, demócratas y republicanas, han aparecido en estos últimos meses. El jefe de la mayoría demócrata en el Senado, George Mitchell, presentó ayer su plan, que cubriría las necesidades sanitarias del 95% de la población.

Cobertura social

El presidente y su principal colaboradora en esta tarea, su esposa Hillary Rodham, sostienen que lo importante no es el nombre del plan sino su contenido y que, una vez aprobado, dé cobertura al 100% de los norteamericanos.Bill Clinton insistió en este último propósito después de haber declarado en una reunión con gobernadores, que se sentiría satisfecho si el plan de salud cubriera al 95% de la población. El presidente dijo que sus palabras se malinterpretaron y que sigue firme en su objetivo inicial. Actualmente, más de 20% de norteamericanos carecen de cualquier cobertura sanitaria.

Desde que el presidente presentó su plan de reforma sanitaria, en septiembre de 1993, éste ha tenido que atravesar por una maraña de negociaciones parlamentarias -distintas comisiones de la Cámara de Representantes y del Senado han estudiado el asunto en los últimos meses y rechazado en votación diferentes puntos del plan- que han creado un estado de gran confusión sobre qué es lo que puede aprobarse y cuándo. Es difícil anticipar respuestas a estas dudas, pero lo que sí se puede adelantar es que lo que se apruebe finalmente tendrá que ser fruto de un acuerdo en el que el presidente se verá obligado a renunciar a muchos de sus propósitos iniciales.

Por ahora, en cuanto al calendario legislativo, la Administración quiere que alguna forma de disposición consensuada esté en el pleno del Congreso antes de que este empiece su periodo de descanso veraniego, el 15 de agosto. Para ello, la Casa Blanca ha acelerado en los últimos días su campaña publicitaria. Un autobús de la salud recorre las ciudades del país desde hace varios días transportando a funcionarios que explican los objetivos del presidente, capitaneado por la primera dama Hillary Rodham. Hoy llegará a Washington y por la noche Clinton celebrará una conferencia de prensa en la Casa Blanca para hablar del actual estado de la reforma sanitaria.

Si la legislación no es introducida antes del 15 de agosto, las posibilidades de que el plan sea aprobado antes de final de este año, como pretendía Clinton, se reducen considerablemente.

Respecto a la opinión pública, las encuestas han ido paulatinamente registrando mucho menos entusiasmo con la reforma sanitaria de Clinton del que mostraban hace un año. Todavía un 61% de los preguntados en un reciente sondeo de la revista Time cree que el Estado debe proveer asistencia sanitaria a todos, los norteamericanos. Pero un 49% se opone ahora al plan de Clinton (10 puntos más que hace cinco meses), mientras que un 37% está a favor (11 puntos menos que en abril). Un 31 % de los estadounidenses creen que estarían peor si el plan de Clinton fuera aprobado (10 puntos más que en septiembre), y sólo un 15% piensan que estarían mejor.

Si se mira el transfondo político, se advierte que, aprovechando estas encuestas, la oposición republicana va a convertir su rechazo a la reforma sanitaria en su principal caballo de batalla de cara a las importantes elecciones legislativas del próximo noviembre.

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