El apartamento
María, otra vez has caído en un bloque de esos que se construyeron de espaldas al pueblo, o sea, mucha incomodidad pal alquilino y muchos cuartos pal especulador. "Apartamento pie de playa todo confort, seis camas, salón estar, baño completo y aseo", lo lees y vaya" pero de la que vi el servicio, caí del guindo, pues era de esos que lo tienen tó, pero como para liliputienses, que dicen. Y ésa es una de las más grandes poblemáticas de la construcción que se hace de espaldas al pueblo, pues tú lo ves en el plano y te lían, pero es que lo pintan como pa hormigas, y claro, luego llega una señora gruesa de los nervios y no veas las fatigas, pues en una conejera te ponen polibán, y pegao el bidelito, y a cuatro dedos el inodoro. Conque quieres hacer uso del lavafrutas (el bidelito, ya me entienden) pa la profilaxis, y resulta que no te entran las piernas, pues no hay sitio entre la pared del polibán y del bidelito, pierna izquierda, ni tampoco entre el bidelito y el inodoro, pierna derecha, y cuando una se sieta y se le cargan las piernas, no te digo: gruesa de los nervios que está una y más gruesa que se pone de las apreturas, total, que a veces hasta se queda una encastrá entre los sanitarios Roca, y no vean las vergüenzas pa salir de allí, que hasta tuvo Manolo que llamar una vez al vecino pa ayudarme a salir. ¡Apartamentos pal veraneo del pueblo!Eso sí, de mobiliario no estaba mal, el tresillo del estar-comedor tapizao en adamascao con fundas de plástico pa que no lo sobemos, mu práctico. Y en la pared, que no falte, el cuadro de un reno bebiendo en un lago de la parte del Canadá. La cocina tenía inclusamente hasta frigorífica, eso sí, cabíamos la butana y servidora, no más, y la comida se sirve por una ventanica que da al salón-comedor con chimenea francesa, y es mismamente como el torno de los conventos por donde las monjitas despachan las yemas. Las toallas portuguesas de las que frotas y no secan, y las sábanas de las de licra que forman pelotillas y sirven pa arrascarse si te pica un mosquito por la noche, no hay mal que por bien no venga, María. Como lo de las vistas al mar: te asomabas a la ventana y no veiás más que otro bloque. Pero si te subías a tender la colada en la zotea, piso 18, alcanzabas a ver en el mar esos barcos de nombre extranjero como el que cantaba la Piquer. ¿Se podrá quejar una?
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