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Tribuna
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Cuando el mundo es un negocio

Ahora que el peligro de una invasión soviética parece imposible (aunque nunca se sabe, recuerden ustedes cuando Reagan decía que los nicaragüenses estaban preparando la invasión de EE UU) y una revolución proletaria mucho más, ahora que se ha caído el telón de acero, ahora que no hay contestación frente a los abusos y que nadie puede parar los pies al poderoso, hay que iniciar la profilaxis de los males que acarrea la sociedad llamada demócrata liberal, también llamada de "libre mercado" y, antiguamente, capitalismo.Si llegar tarde a los sitios tiene el inconveniente de que las mejores butacas ya están cogidas, y toca ver la función con la columna en medio, tiene la ventaja de que se puede aprender de los errores ajenos, ya vividos, ya sufridos. Empresa harto difícil porque a los sistemas políticos en fase de expansión les ocurre como a las máquinas de coser en campaña de promoción, que no tienen fallos. Sólo hay un momento en el que todos los políticos coinciden, sean del signo que sean, y es cuando se ponen la mano en el pecho, y, con los ojos vidriosos, deciden contar la verdad para la que han sido creados: "Nosotros no cometemos errores".

Así, los americanos, expertos en mercadotecnia, muestran en sus teleseries una realidad onírica más próxima al "sueño americano" que se les esfumó en los años sesenta que a la pesadilla que viven sus habitantes ahora.

Al margen de la cantidad de guardacostas, de la cantidad de niños y niñas rubios que nos entretienen con sus conflictos de adolescentes, al margen de las intrigas de despacho en las que se roban y compran viñas, existe una América, la de verdad, la de los seres humanos, que se nos oculta. Me refiero a la América del horror, pero no sólo de los desgraciados, de los harapientos, de los homeless (sin hogar), de los pobres, que son millones, sino también de la gente normal, las clases medias, a las que se condena a vivir en una jungla donde el crimen es Parte del paisaje, sin motivo ni remedió. Esta América se nos oculta, ¿por qué?

Ya no hacen falta campañas para vender este sistema, puesto que ha desaparecido la alternativa. Ahora se impone por contigüidad, no existe otra opción, y llega como el siroco, sin más. Debemos abandonar esa realidad virtual según la cual todos y cada uno de los ciudadanos de la órbita americana creen haber estado allí varias veces, creen conocer sus calles, su horizonte, Manhattan, Wall Street, Harlem, la estatua de la Libertad, el Empire State, la Casa Blanca y la casa de la pradera, pero se quedan perplejos cuando ven películas costumbristas en las que aparecen imágenes de la vida cotidiana. Recuerdo una secuencia de una película titulada El Gran Cañón, en la que la casa de una familia de negros es ametrallada "por la cara" mientras están durmiendo. La casa queda destrozada y, de paso, el cerebro del espectador, que se pregunta: "¿Por qué?". Los espectadores creían estar viendo una película de ensayo con una trama incomprensible al no encontrar explicación a ese acto vandálico. La cuestión es que ignoran que ese tipo de asaltos están a la orden del día en muchos barrios, son gratuitos: "Porque sí". Pero estos barrios no son espacios exclusivos de monstruos sanguinarios, sino barrios de trabajadores que viven en el terror ante la impotencia la indiferencia del Gobierno.

En Los Ángeles, esto es tan frecuente que ya no es noticia. A veces mueren una docena de niños entre 14 y 16 años en un solo tiroteo de fin de semana. Constantemente muestran por la televisión arsenales de armas, que les incautan a bandas de adolescentes, formados por ametralladoras, pistolas de todo tipo, granadas de mano, etcétera. ¿Por qué esas cosas no son noticia y nos entretienen con la persecución del ex jugador de fútbol por las autopistas? ¿Por qué se resalta la muerte de un ciudadano del Extremo Oriente mientras se ocultan las decenas de muertos a tiros de los fines de semana en EE UU? ¿Es que esa información carece de interés para el ciudadano español?

A lo mejor piensan que una vez desaparecido el demonio del Este no conviene mostrar que el paraíso prometido está lleno de serpientes, de animales ponzoñosos que nacen del mismo magma que el resto de la flora exuberante- que lo hace tan atractivo, y que son imposibles el uno sin el- otro.

Mientras este conflicto que causa miles de muertos no estuviera resuelto, el sistema debería ser puesto en cuarentena o, cuando menos, ser objeto de un estudio crítico permanente.

Hay que seguir luchando por mantener el espíritu de solidaridad entre ciudadanos que estamos perdiendo poco a poco, porque sólo la solidaridad puede salvarnos de ese infierno. Si no por ideología, seamos solidarios por supervivencia. Luchemos contra la formación de esas legiones de criminales desalmados, salvajes, sanguinarios, pero inevitables; hijos del desprecio, del abandono, de la justicia, de la desigualdad. El día que la desgracia de nuestro vecino se vea multiplicada por nuestra indiferencia, comenzaremos a verle como nuestro asesino potencial, como nuestro enemigo.

Allí el despido es libre, no existe sanidad pública, ni subsidio de desempleo, ni jubilación a cargo del Estado. Cuando uno cae en desgracia, por ejemplo, por una enfermedad crónica, se convierte en un desecho. Ese día comprende a los jóvenes que toman al asalto las calles y se lían a tiros. Son masas de gente que viven en el horror permanente y que se dicen: "Si no le importo a nadie, nadie me importa a mí". No aceptan las reglas de un juego en el que no participan. Ni el derecho a la propiedad privada, puesto que ellos no tienen ninguna; ni el más elemental, el de la vida, porque la suya no tiene valor.

Ha pasado el tiempo suficiente desde el hundimiento de la, Unión Soviética para dejar de considerar el sistema americano como el menor de los males. Analicémoslo con subjetividad, con prejuicios, en legítima defensa.

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