La familia
No sirve de nada esforzarse en destacar y ser alguien en la vida. Tarde o temprano, alguien investiga a fondo tu existencia y escribe una biografía tuya en la que queda bien claro que eras un miserable. Da lo mismo que, por ejemplo, dedicaras toda tu vida a la evangelización de tribus africanas y que acabaras siendo devorado por los caníbales: tu biógrafo se encargará de explicarle al mundo que te dedicabas a la violación sistemática de las hembras del lugar y que tuviste el final que te merecías. Esta actitud vengativa tiene en Estados Unidos el decorado ideal para su práctica. De este modo, por citar solo un par de casos recientes, nos hemos enterado de que J. Edgar Hoover era una loca emplumada e histérica y de que Walt Disney era un tipo inestable, adicto a los tranquilizantes y aficionado a ejercer de membrillo de lujo para el FBI.,Hasta el momento, la defenestración de figurones la practicaba gente que jamás se había cruzado con ellos; pero últimamente están tomando cartas en este tipo de asuntos personas íntimamente relacionadas con el famoso en cuestión. Fíjense en Michael Jackson. ¿Para qué necesita enemigos con una hermana como Latoya, que se adelanta al dictamen del juez y asegura que Michael es más malo que la tiña? La señora Jackson afirma que su hija miente y que su actitud obedece al deseo de ganar dinero y hacerse publicidad. Pero la niña ya se ha despachado a gusto en televisión.
¿Y el caso de Oskar Schindler, salvador de judíos durante el nazismo según Spielberg y borracho mujeriego según su viuda? ¿De qué le ha servido al bueno de Steven sustituir la gorra de béisbol por la kipa y fabricar un héroe que, según su parienta, era un inútil como los de las canciones de Paquita la del Barrio? Ya lo dice el refrán: parientes y trastos viejos, pocos y lejos.
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