Harry el Sucio impone su ley en Manila
El alcalde de la capital filipina se emplea con dureza en la lucha contra la delincuencia
El alcalde de Manila, Alfredo Lim, mató a sus dos primeros hombres en 1959. Treinta y siete años y al menos siete cadáveres después, el conocido como Harry el Sucio de la política filipina provoca el temor entre los delincuentes y se ha convertido en casi una leyenda. "Con los criminales no puedes permitirte el lujo de ser un blandengue o un sentimental: ni concesiones ni titubeos", aseguró el ex policía en una entrevista.Este general retirado se forjó pronto su reputación en la política cerrando el barrio chino de Manila días después de tomar posesión como alcalde de la ciudad. Clausuró 250 puticlubs en una cruzada a la que dio gran publicidad y en la que 14.000 personas se quedaron sin trabajo, pero que fue muy bien acogida por la Iglesia católica.
"Habíamos llegado a un punto en que Manila era conocida como la capital asiática del pecado. Se decía que si querías sexo barato el lugar apropiado era Manila. Eso es un insulto para nosotros", dijo Lim.
De los 120 pleitos que le pusieron los enfurecidos propietarios de los bares, Lim ha ganado todos, salvo tres que están pendientes de juicio. La mayoría de los bares optó por trasladarse unas cuantas manzanas más allá, hasta la contigua ciudad de Pasay, que ya no depende de Lim, o hacia las antiguas bases militares estadounidenses al norte de Manila.
Lim asegura que nunca ha titubeado desde que una noche de junio de 1959 descubrió a cinco hombres entrando en una casa de un oscuro barrio de Manila. Los delincuentes trataron de escapar disparando. Lim mató a dos de ellos desde 15 metros y se ganó su primera medalla al valor. Después cambió su revólver del 38 por una pistola del 45, pero tampoco le asusta usar un tanque si hace falta.
Nombrado jefe de la policía por Corazón Aquino, acudió en ayuda de la entonces presidenta el 28 de agosto de 1987, durante un intento de golpe de Estado de soldados rebeldes. Lim se dirigió con algunos de sus hombres al hotel Camelot, donde se habían hecho fuertes los golpistas, y amenazó con pulverizar el edificio con carros de combate y artillería si los rebeldes no se entregaban. "Llamaron inmediatamente al ministro de Defensa y le dijeron que se rendirían. Lo hicieron", recalca Lim.
En un país donde hay una violación cada cinco horas, un asesinato cada hora y un robo cada 18 minutos, Lim se ha ganado el sobrenombre de Harry el Sucio con sus métodos, cercanos a la dureza del policía cinematográfico de gatillo fácil interpretado por Clint Eastwood.
Sus detractores le acusan de tomarse la justicia por su mano, como cuando el narcotraficante José Oyson, Don Pepe, apareció muerto en una furgoneta en la que le custodiaban los hombres de Lim. Cuando el año pasado los cuerpos de 18 personas aparecieron flotando en el río Pasig, los periódicos señalaron acusadoramente a los hombres de Lim. "Tonterías", replicó.
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