El príncipe de Gales y la Iglesia de Inglaterra
Los comentarios del príncipe de Gales sobre la Iglesia de Inglaterra (EL PAÍS, 28-6-1994) son de un tipo que provoca mucho debate. Es cierto que muchos ingleses -incluso muchos anglicanos- quieren romper las relaciones entre la Iglesia y el Estado o, por lo menos, cambiar al sistema escocés de una Iglesia establecida por ley, pero autónoma, reconociendo a Jesucristo como su única cabeza. Tampoco es secreto que la misma reina prefiere el culto presbiteriano practicado por la Iglesia de Escocia.Por otra parte, lo, que dice el príncipe sobre las otras religiones no es tan claro. Es preocupante si el hombre destinado a ser la cabeza titular de la comunión anglicana ha sido seducido por los argumentos superficiales de aquellos que hablan de una verdad universal que se encuentra en todas las religiones. El protestantismo debate en su seno el sexo de los ángeles; las doctrinas reformadas y romanas sobre la cena del Señor / misa consideran que las no propias son blasfémicas, y las grandes religiones monoteístas -el judaísmo, el cristianismo y el islam- reclaman ser cada una la culminación de la revelación de Dios al hombre. Una sólo como máximo puede tener razón. Al añadir las religiones y filosofías orientales, basadas en conceptos equivocados del universo a la luz de las cuales el Génesis, capítulo 1, parece ser un doctorado merecedor de un Premio, Nobel, se puede preguntar qué tienen en común todas estas ideas.
La religión es un intento humano de volver a Dios. El único camino es Cristo, Dios hecho hombre, que por su sacrificio único y suficiente le da al hombre acceso directo a Dios sin ningún otro mediador. Eso le parece al hombre excesivamente sencillo, incluso hasta el punto de la necedad, pero es el evangelio proclamado por los apóstoles. Ni el príncipe de Gales ni nadie puede encontrar un solo grano de verdad que no se encuentre en la palabra de Dios.-
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