Reinsercion
SI HAY un terreno en el que todos los partidos deben evitar conflictos es el de la lucha antiterrorista. Y si ha habido en la España democrática una operación con éxito en este campo ha sido precisamente la colaboración -la solidaridad- de los partidos en lo que se dio en llamar la mesa de Ajuria Enea. Los terroristas en nuestro. país son cada vez menos, están cada vez más aislados, y muchos de ellos, en las cárceles, están arrepentidos de haberlo sido o al menos decididos a no volver a serlo.Por eso sería una imperdonable insensatez que el Gobierno y la oposición se enzarzaran ahora en disputas públicas sobre la estrategia antiterrorista. Sólo beneficiaría a aquellos que quieren seguir matando y a los que los aplauden. El terrorismo ha perdido la batalla en Euskadi y en toda España, y lo que ahora hace falta es que todos los que han sido sus activistas o defensores se percaten de ello. Conflictos entre los demócratas en este terreno sólo conceden balones de oxígeno a los que niegan esta realidad.
El Partido Popular tiene perfecto derecho a, criticar cuando guste aspectos puntuales de la política antiterrorista del Gobierno. Que en su seno haya una fuerte resistencia a la política de reinserción es lógico. También la hay en otros partidos. El sentido de justicia de todo ciudadano se rebela en algún grado ante lo que sin duda es una gracia del Estado hacia un delincuente responsable en algunos casos de crímenes execrables. Pero la sabiduría política exige en ocasiones generosidad, no tanto por el bien del delincuente encarcelado, sino por el de la sociedad y todas las víctimas potenciales del terrorismo. Cerrar las vías de incorporación a la sociedad de estos ex terroristas que han abdicado de la violencia no sólo fomentaría la irracionalidad de los colectivos de presos aún decididos al crimen. Alimentaría también el numantinismo de los terroristas aún en libertad y de su entorno político.
La política de reinserción está siendo un éxito. Criticarla puede ser popular. Incluso rentable electoralmente para quienes se ven ya, de nuevo o continuamente, inmersos en campaña. También devenga renta política fomentar instintos. de venganza. Pero la política de Estado en la lucha contra la lacra del terrorismo deben definirla ideas claras y cabezas frías. Las emociones generan emociones, y de éstas precisamente se nutren los terroristas para su labor de captación de nuevos miembros.
Que la acelerada reinserción de los últimos meses coincida con un proceso en cuyo final está la concesión del tercer grado penitenciario a los policías Amedo y Domínguez, condenados por su pertenencia a los GAL, puede no ser casualidad. Pero en todo taso resulta absurdo decir que está motivada por éste. La política de reinserción y las líneas generales del trato penitenciario a los presos terroristas son, con la acción policial, la piedra angular de esta lucha del Estado democrático contra el terrorismo y están diseñadas desde mucho antes de que los dos policías fueran condenados.
Si ha cambiado algo se debe a que el actual ministro de Justicia e Interior tiene voluntad política de llevarlas a cabo con consecuencia y no lo oculta. Como en los casos de reinserción de etarras, el sentido de la justicia también se rebela contra la obtención de una libertad más o menos limitada para Amedo y Domínguez. Existe además la percepción en gran parte de la sociedad de que este favor lo otorga el Gobierno bajo presión de unos presos que sin duda tienen información sobre la trama de los GAL y eventuales implicaciones que el Estado no quiere que salgan a la luz. Pero si la reinserción paulatina de Amedo y Domínguez sirve para hacer comprender a los enemigos de esta política hacia los etarras que es la mejor forma de acabar con casi tres décadas de muertes y. dolor causados por el terrorismo, vale la pena soportar este malestar que causa a muchos españoles la certeza de que no cumplirán la condena que merecieron.
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