_
_
_
_

Bardos para un poblado celta del Sur

La macroterraza del Parque Tierno Galván se convierte este verano en cita de conciertos para minorías

Joseba Elola

Es el lugar en el que siempre acaban las aventuras de Asterix y Obelix, un pequeño poblado celta llamado Celtibaria. Una cerca de madera de 500 metros marca los límites de este reducto de música minoritaria. Como todo poblado celta que se precie, tiene poción mágica: un brebaje elaborado por los druidas del lugar —los camareros— y compuesto de güisqui, licor de manzana y limón granizado. Los druidas tenían ayer una secreta competición en curso: ver cuál de ellos preparaba la más explosiva pócima.

Celtibaria es un espacio para la cultura y el ocio de 6.000 metros cuadrados, una terraza gigante con capacidad para 8.000 personas. Hay cuatro chozas: en tres de ellas se sirven copas. La cuarta es para los técnicos de sonido.

Antorchas clavadas en el suelo adornan la noche en el Parque Tierno Galván. Incluso hay un despistado druida, ataviado con túnica celeste, que se pasea por las mesas ofreciendo su poción. Cinco dólmenes presiden el escenario en el que se realizan las actuaciones. Los bardos suelen ser de dos tipos: músicos celtas o jóvenes roqueros. Grupos como Gwendal, Suburbano o nuevas bandas como Yo La Vi Primero, ganadores del último Premio Villa de Madrid. Nada que arrastre a la gran masa. "Estos bardos también acaban atados a un árbol [siempre sucede al final de las aventuras de Astérix y Obélix], solo que solemos esperar a que terminen la actuación", dice Antonio Piera, precursor de este invento. "Les atamos para que no se emborrachen después del concierto", bromea. Ayer, los encargados de la animación musical fueron el Garaje de Willy, que salieron a escena con hora y media de retraso, sobre las 12.30 de la noche.

Celtibaria es un lugar de encuentro para todo tipo de clientela. Las familias que acuden al poblado son de la zona: Puente de Vallecas, Atocha, Legazpi y Embajadores. Los más jóvenes son los que vienen de otros puntos de Madrid. Las puertas se abren a las ocho de la tarde, y hasta que suenan los primeros acordes, se puede ver a familias enteras al fresco, "Tenemos una diferencia de unos tres grados con respecto al resto de Madrid", cuenta Piera. "Aquí no te suda la rabanilla", dice.

La terraza no está de moda. Su apuesta es un tanto arriesgada. "La verdad es que estamos locos, profundamente locos", dice Piera. "No hay muchos ejemplos de gente que se meta en una pelea tan desigual como ésta". El hecho es que Celtibaria está lejos del centro, la programación —como asume el impulsor de este proyecto— es "minoritaria y complicada" y el espacio es para grandes masas. "Es que nosotros vamos por delante. Esto es una locura, pero está de moda en Estados Unidos", explica: "Primero los dinosaurios, ahora los Picapiedra... Es la celtimanía". Y los festivales celtas son un fenómeno en auge en toda Europa.

"Esto no se va a poner de moda", comenta Adrián, un jo- ven asiduo de las terrazas que se han ido instalando en los últimos tres años en el Parque Tierno Galván. "El año pasado, con el proyecto galáctico que tenían montado, no venía nadie". A pesar de todo, Adrián no deja de acudir. "Se está tranquilo y no hay nunca problema para aparcar", dice.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La mejor noche de Celtibaria fue la del concierto de Gwendal. Cerca de tres mil personas pasaron esa noche por el poblado. Pero se dividieron en dos tandas, porque el menú era doble: se anunciaba concierto y después, partido de fútbol de España en el Mundial. Mientras sonaba la música celta, un nutrido grupo de unas 1.500 personas se deleitaba con la música mientras los miembros de otra nutrida tribu —tal vez los romanos— aguardaban fuera del recinto, plácidamente tumbados y disfrutando del hilo musical "por el morro". Los romanos, luego, aprovecharon que la entrada para ver el partido de fútbol en pantalla gigante pasaba a ser libre para conocer Celtibaria. Mientras, los amantes de la música celta abandonaban la terraza.

"Esta zona va a ser indiscutible de aquí a poco", afirma ilusionado Picra. "Con el Leguidú al lado, el circo estable y el cine esférico del Planetario, se va a convertir en un punto de encuentro de la ciudad", vaticina el ideólogo de Celtibaria.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_