Carne a la plancha
La avenida Orange Grove que conduce al estadio de Pasadena estaba flanqueada por desesperados que levantaban una baraja de entradas en cada mano. Las de 125 dólares se vendían a 50 y al lado ofrecían una gorra de Suecia al precio de costo. El saldo del Mundial ha empezado en la semifinal. Todo lo que no es el. partido de hoy pasaba a convertirse en residuo. Los predicadores de sectas y los promotores de biblias llegaron en grupos con pancartas para vender el consuelo de Dios a los sufridos aficionados.Una camisola de la selección española que se vendía por unas 6.000 pesetas al principio ha pasado a costar menos de 3.000. Los equipos que jugaron ayer mantuvieron sus precios hasta el final del primer tiempo; luego lo sueco subió de valor para los suecos. Excepto unos 500 nórdicos que acudieron al partido, los otros no sabían por qué estaban sentados en el Rose Bowl, construido en 1910 sin cubierta alguna. El mayor beneficiado fue la FIFA que ingresó dinero, adicional.
La prensa extranjera, sin embargo, nunca se mostró más harta. La asistencia del presidente de Bulgaria y el vicepresidente de Estados Unidos, según dijeron, trajo consigo la actuación del servicio secreto y sus medidas de seguridad. Ni la organización ha sido eficiente nunca ni el trato confortable, pero encima se añadió una larga espera tipo La lista de Schindler para ser registrados por unos duros rapaces con corbata y camisa blanca que llevaban pistola en la sobaquera.
En este Rose Bowl juega su fútbol americano el equipo de la ciudad. Pasadena es un orgulloso barrio de Los Angeles ocupado por residencias de cinco millones de dólares, un surtido de teatros y museos que anuncia el Departamento de Turismo. El periódico local Pasadena Star News estaba tan entusiasmado anunciando que la final será televisada para 2.000 millones de espectadores y que las entradas se venderán hasta por 2.000 dólares que publicó en primera página el error de que el partido comenzaba una hora después.
En cada encuentro ha bastado esperar 15 minutos desde su comienzo para poder comprar una entrada por la mitad de su valor y cinco minutos para conseguirla sin recargo. Entrar una hora después puede resultar un negocio. Ayer lo habría sido para los resistentes al guisado humano que provocaba el calor. El mayor aliciente descansaba en que Stoichkov lograra algún gol. Tampoco fue posible. El equipo que jugaron los damnificados de la semifinal tuvo el desarrollo de una silenciosa catástrofe.
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