Placenta
Si la huida de Roldán no ha producido la literatura que se merece, es porque resulta incomprensible. Para entender las cosas, tenemos que asociarlas a hechos imaginario o reales en los que encuentran un significado tranquilizador. Roldán, por ceñirnos a un hecho real, no es El Lute, pero tampoco un héroe o antihéroe de los de la guerra fría. Lo que la mayoría de los ciudadanos sabemos de la guerra fría. Lo hemos aprendido en las novelas de Le Carré. Gracias a Le Carré y a El Lute podemos comprender el conflicto moral que metaforizan las fugas.El referente que utilizábamos con Roldán al principio de toda esta historia fue el de la picaresca. Si Roldán era un pícaro, estábamos salvados, porque teníamos un espacio imaginario en el que colocarlo ya fuera para aplaudirle, condenarle o reírnos de él. Pero ha roto también los esquemas del pícaro. Roldán, en fin, no es exactamente un espía, no es exactamente un chorizo, no es exactamente un pícaro. Carecemos, pues, de un marco de referencia en el que encerrarlo para que nos deje tranquilos. El ex director del cuerpo ha comenzado a adquirir la calidad de todo aquello que se escurre entre los dedos de la inteligen cia cada vez que ésta intenta reducirlo a una categoría. Tenía demasiado dinero para ser un chorizo demasiadas conexiones de todo tipo para ser un pícaro; demasiado futuro (ministro del Interior) para se un espía. No sabemos quién es quién fue.
Quizá Roldán sea la metáfora de una realidad que apenas ha comenzado a abrirse paso entre los conductos vaginales de la historia. Lo normal es que la metáfora aparezca tras la realidad, como la placenta tras el niño. Lo contrario es desconcertante. A lo mejor, cuando oigamos el llanto de la criatura comprendamos también lo que significó Roldán. Paciencia.
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