Señales moderadas
LOS DATOS de inflación y paro correspondientes a junio han aportado señales moderadamente positivas. Como se había anticipado, el número de parados registrados en el Inem. ha descendido por cuarto mes consecutivo. Esta vez en 34.569 personas. Más relevante que ese descenso es el aumento en el número de colocaciones también registradas en el Inem: 476.010 personas, lo que supone un incremento del 11,8% respecto al mismo mes del año anterior.Estos datos de empleo confirman, efectivamente, la continuidad de esa senda de recuperación iniciada por la economía española. Su magnitud y su distribución sectorial (el descenso más importante ha estado en los servicios) no permiten, sin embargo, albergar excesivo optimismo y avalan el diagnóstico anticipado en diversas ocasiones: que aun cuando el proceso de recuperación del crecimiento se consolide, éste no será lo suficientemente intenso para reducir significativamente el desempleo en un horizonte inmediato.
Los pronósticos que en estos días están haciendo algunos miembros del Gobierno es necesario tomarlos con cautela: el ministro de Economía anunciaba el pasado domingo en este periódico que el nuevo Plan de Convergencia contempla la creación de un millón de puestos de trabajo, pero el ministro de Trabajo ha elevado esta estimación hasta millón y medio en el horizonte de 1997. En esos pronósticos subyacen, además de buenas intenciones y alguna dosis de voluntarismo, hipótesis de dudosa verificación, al menos en la magnitud que supone el ministro de Trabajo. Si razonable es asumir efectos favorables sobre las decisiones de creación de empleo de la reforma laboral y de la continuidad en la moderación salarial, no lo es tanto considerar que esta recuperación de la economía vaya a experimentar un ritmo similar al que se inició en 1986 (creación de más de 1,5 millones de empleos hasta 1989), independientemente de otros factores de carácter sectorial y tecnológico que no permiten reproducir con la misma intensidad la participación del factor trabajo en esa recuperación.
El asentamiento de ese proceso de recuperación en ciernes va a depender en gran medida de la eliminación de algunos factores de incertidumbre que pesan sobre la evolución del entorno internacional y algunos otros específicos de nuestra economía. En este último sentido, la reducción de la inflación, medida por el IPC, es una buena señal.
El aumento en un 0,1% durante el mes de junio sitúa la correspondiente tasa interanual en un 4,7%, frente al 4,9% en que quedó en mayo, y aporta como elementos favorables adicionales el descenso de los precios de los servicios hasta una tasa interanual del 4,9% y la reducción de la denominada inflación subyacente (excluidos los precios de los alimentos frescos y de la energía) hasta el 4,4%. El mantenimiento de esa tendencia a la baja, aunque no permita alcanzar el objetivo del 3,5% cifrado por el Gobierno, contribuiría a satisfacer al menos una de las condiciones para que la incipiente recuperación esté acompañada, cuando menos, del mantenimiento de los tipos de interés en los niveles actuales.
Si, además, el Gobierno consigue transmitir la credibilidad necesaria en la elaboración de los próximos presupuestos y en, las actuaciones previstas en el nuevo programa de convergencia, se podrían ir eliminando algunos de los obstáculos que hoy impiden que el crecimiento de la economía esté sustentado en algo más que en ese dinamismo del sector exterior, de duración necesariamente limitada.
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