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Fiesta en El Espinillo

82 cooperativistas celebran la terminación de sus casas en un barrio de Villaverde empantanado por PSV

José Manuel Romero

El Espinillo de Villaverde no es un árbol de tronco tortuoso que sólo sirve para leña. Fue una inmemsa escombrera que afeó la orilla izquierda de la carretera de Andalucía. Ahora se ha transformado en un barrio plan 18.000 lleno de viviendas baratas y calles anchas donde habitan familias, mayoritariamente jóvenes, con una deuda pendiente: 50.000 pesetas mensuales hasta el año 2009. La etiqueta de sus pisos, promovidos por cooperativas sociales, tiene un precio de saldo: entre 8 y 10 millones de pesetas.Junto a los bloques de seis alturas ya terminados hay mucho campo vacío en El Espinillo, propiedad de la cooperativa ugetista PSV. Hace algunos años, esta firma pensó levantar en la nueva ciudad de Villaverde más de 800 viviendas en 11 parcelas, la mitad de todo El Espinillo, y vendió su idea a centenares de socios. Ochocientas familias, desde entonces, sueñan con ver grúas y ladrillos sobre esos terrenos yermos.

Ayer hubo fiesta en el barrio. Las Vías, una cooperativa vecinal de la Ciudad de los Ángeles dirigida por el grupo Ecovi, festejó la entrega de llaves de 82 viviendas, cuya construcción inició hace año y medio. En el camino, uno de los socios cooperativistas, José Luis Pavón, se quedó sin trabajo. "Yo era oficial técnico delineante y acabé en el paro. Pero me ofrecieron trabajo aquí como gestor de estas viviendas y me hice presidente de la cooperativa. La experiencia ha sido buena. Hemos acabado en el tiempo previsto, pese a que tuvimos que parar dos meses para pilotar a 12 metros de profundidad por culpa del terreno, que es una escombrera", explica.

Mientras saluda a sus compañeros de aventura, la banda de la Policía Municipal -tan sólo 27 miembros porque el concierto les cogió por sorpresa- interpreta Sevilla, Triana. Después sigue con La chiclanera -"que también cantaba Joselillo", recuerda uno de los músicos- y remata la faena con Martín García y Aragón. El concierto intenta, y lo consigue, acortar la espera.

El alcalde, José María Álvarez del Manzano, llegó tarde y con prisas. Visitó dos viviendas y dirigió unas palabras: "Yo también vivo en una casa construida en cooperativa. Enhorabuena, porque han elegido bien". Ni siquiera se quedó al aperitivo. El regidor descubrió una placa, donde no estaba su nombre, y se quedó sorprendido por la mascota elegida para adornar el edificio. Un oso de apariencia feliz, blanco y arranado, que se rasca el pecho apoyado en un pequeño madroño. La obra, esculpida por Pablo Rebollo sobre piedra de Colmenar de Oreja, presenta una imagen atrevida del primer símbolo de Madrid.

Sol agostizo, mucho hielo en los vasos, champaña y canapés fueron los aditivos de una fiesta que, desde hace tiempo, se repite en los barrios periféricos.

El edil de Urbanismo, José Ignacio Echeverría, alabó la calidad de construcción de las nuevas casas. "Este piso", proclamó para que todos oyeran su veredicto, "es de sueldo de concejal". Con un tercio de ese sueldo, los 82 cooperativistas de Las Vías, han conseguido techo y garaje en un barrio que fue un vertederoy hoy se llena a trompicones de vida.

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La mitad de la ciudad, mientras, sigue empantanada en el oscuro túnel donde hace tiempo ingresó la cooperativa PSV.

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