Los tapices de La Granja
Estamos a punto de acabar una estancia de tres meses en Madrid que nos permitió visitar los museos de la región y apreciar la asombrosa concentración de obras de arte de primera importancia. Las condiciones de visita en los museos son entre adecuadas y excelentes. Sin embargo, nos sentimos muy frustrados con la imposibilidad de disfrutar de las colecciones en los reales sitios de Aranjuez (sobre todo la Casa del Labrador), El Pardo (la extendida colección de los tapices), el monasterio de las Descalzas Reales (los tapices según Rubens) y particularmente en el museo de tapices de San lldefonso de La Granja.Estos museos se visitan en grupo bajo la tutela de una guía. A pesar de los mejores esfuerzos de los guías y del buen comportamiento de los grupos, no hay manera de mirar los tapices para descifrarlos ni siquiera sumariamente, ni mucho menos para disfrutar de su belleza artística. Lo que costó tanto tiempo en crear entonces merece más de una furtiva ojeada por parte del espectador de estos, días. Los magníficos tapices de La Granja están efectivamente sustraídos al gran público, el que suscribe los costes como contribuyente y como visitante. Debería pasar a la historia un régimen de visita guiada obligatoria, con tiempo excesivamente limitado: afecta negativamente a la libertad de expresión individual por falta de acceso a las fuentes del patrimonio artístico. Comprendo muy bien que hay aquí un problema concreto de seguridad para las obras de arte; pero éste es un asunto técnico que la avanzada experiencia española de la administración de museos permitirá solucionar en forma digna de las obras de arte expuestas. Ya tiene efecto en la mayor parte de los museos, desde el Museo del Prado a los espléndidos Centro de Arte Reina Sofía y la colección Thyssen Bornemisza-
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